El 28 de diciembre de cada año se recuerda la matanza que ordenó Herodes de todos los niños menores de dos años de los alrededores de Belén, en un intento de matar al “rey” que buscaban los sabios de oriente ( Mt 2, 16). El memorial de este hecho y su constitución en fiesta de la Iglesia, data del siglo IV. Reconoce el testimonio de fe de estos niños, no con palabras, sino con su muerte.

Esta celebración quiere destacar que los santos inocentes fueron los primeros mártires de la fe cristiana. Su muerte testimonia y recuerda que el mismo Jesús ha de morir por nosotros. La Iglesia enseña que el nacimiento de Jesús viene acompañado de dolor, no todo es alegría, y se solidariza con el llanto de las madres, viendo ejecutados a sus hijos. Al hacerlo denuncia, que hoy también puede escucharse el llanto de tantas familias que, sujetas a los deseos de poder y dominación de “los nuevos Herodes”, sufren las consecuencias de las guerras, del trabajo infantil, de la explotación, de la pobreza y de la emigración forzada.

En su carta a los obispos, con motivo de la fiesta de los Santos Inocentes, en diciembre de 2017, el Papa Francisco expone: “Contemplar al pesebre es también contemplar este llanto, es también aprender a escuchar lo que acontece a su alrededor y tener un corazón abierto y sensible al dolor del prójimo, más especialmente cuando se trata de niños, y también es tener la capacidad de asumir que hoy se sigue escribiendo ese triste capítulo de la historia. Contemplar el pesebre aislándolo de la vida que lo circunda seria hacer de la Navidad una linda fábula que nos generaría buenos sentimientos, pero nos privaría de la fuerza creadora de la Buena Noticia que el Verbo encarnado nos quiere regalar”.

Desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia, somos responsables por atender las situaciones que afectan a los indefensos. El Compendio de Doctrina social afirma que  tenemos que asumir responsabilidad por el destino de la humanidad (CDSI, 6), esto requiere coherencia entre nuestra vida y nuestra fe. Esa coherencia se demuestra en amor y compromiso con nuestros hermanos.

Desafortunadamente, en muchas ocasiones podemos perder la perspectiva de esta responsabilidad social. En algunos casos, con nuestra acción podemos negar la dignidad a los niños e incluso negarle el derecho primordial a su vida. En otras ocasiones por falta de interés o de voluntad, pecamos de omisión ante tantas injusticias y no somos capaces de brindar asistencia al que lo necesita o incluso ocultar o negar situaciones de opresión. En otros casos, podemos ser consumidos por el deseo de poder y olvidamos los derechos de los otros.

La atrocidad de un asesinato en masa de inocentes, ordenado por alguien con poder, que busca afianzarse en su puesto, se presenta en nuestra sociedad moderna de muchas formas diferentes. Podemos llamarle negación de la dignidad de la persona, marginación social, estructuras que permiten que niños se conviertan en pandilleros, en edades en las que deberían estar educándose para tener un futuro productivo, tráfico humano, explotación económica de los ancianos o pobreza.

La pobreza en la que viven millones de niños en el mundo debe ser objeto de nuestra acción. Según cifras de la Organización de Naciones Unidas, uno de cada cinco niños vive en la pobreza extrema en el mundo, y las consecuencias son tan graves que pueden durar toda su vida. Hay muchas formas en que podemos hacer efectiva esta ayuda, para que llegue no solo a nuestro país, sino también a otros países del mundo. Apoyemos instituciones como Unidos contra el Hambre o Cáritas. Participemos activamente en organizaciones que defiendan a los descartados de nuestra sociedad, escuchemos al vecino, estemos atentos a sus carencias y apoyémosle. Brindemos compañía a los viejos que viven abandonados y en soledad.

Nos exhorta el Papa Francisco: “La Navidad es un tiempo que nos interpela a custodiar la vida y ayudarla a nacer y crecer; a renovarnos como pastores de coraje. Ese coraje que genera dinámicas capaces de tomar conciencia de la realidad que muchos de nuestros niños hoy están viviendo y trabajar para garantizarles los mínimos necesarios para que su dignidad como hijos de Dios sea no sólo respetada sino, sobre todo, defendida”.

(Puede enviar sus comentarios al correo electrónico: casa.doctrinasocial@gmail.com)

Nélida Hernández

Consejo de Acción Social Arquidiocesano

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