El Señor quiere salvar al mundo y quiere hacerlo por medio de otros hombres. Por eso invita a orar al dueño de los campos para que mande obreros a su tierra, pues el trabajo es mucho y los obreros pocos. El campo del Reino abarca el mundo entero y los obreros que el Señor necesita deben estar dispuestos a caminar por toda la tierra. 

La historia de los obreros evangélicos comienza con la elección de los discípulos y entre ellos, de los doce Apóstoles. Jesús escogió a los doce, y los presentó como las piedras fundamentales del nuevo pueblo. Los envió para ser mensajeros de una buena noticia: la noticia de que todos los hombres había sido salvados. Después de dos mil años las cosas no han cambiado mucho. El Señor sigue necesitando obreros. 

Hoy el campo de Dios necesita obreros comprometidos e ilusionados que siembren la palabra y curen las heridas ocasionadas por el arma del pecado. El mensaje no ha cambiado. Los obreros son los que se van adaptado con el paso de los siglos y se van reemplazando unos a otros… Por el Bautismo, el cristiano es misionero en el campo del Reino de Dios. Cumple su misión orando, viviendo conforme al Evangelio y proclamando el mismo mensaje de Jesús. 

Las costumbres del tiempo de Jesús no son muy diferentes de las actuales. Y ya en su tiempo un grupo de seguidores fue fiel a la palabra del Señor y se fue tras el Maestro que comenzaba a predicar por Galilea y luego por Samaría y Judea. Esa semilla es por lo tanto válida para nuestros días, en que tanta necesidad hay de mensajeros de esperanza en el mundo lleno de desconciertos y de temores. 

Oremos al Señor que suscite obreros para su campo; Padre Nuestro, te damos gracias por llamar a hombres y mujeres a servir en el Reino de tu Hijo como sacerdotes, diáconos y personas consagradas. Manda tu Santo Espíritu para ayudar a que otros respondan con generosidad y valentía a tu llamado.

Padre Obispo Rubén González

Obispo de Ponce 

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