“Yo sabía lo que el Señor quería para mí, no lo quería, no lo aceptaba, pero sabía que Él me quería en sus caminos”, con esas palabras describió Fernando Rafael Colón Gutiérrez, lo que fue su llamado a consagrarse a Cristo. Pipo como todos lo conocen, precisó que “traté de no escucharlo, hasta que comprendí que lo único que, hacia sentido en mi vida, era seguirlo como él me lo estaba pidiendo”.

Criado en el seno de una familia católica, el joven que cumplirá 42 años en julio, afirmó que de pequeño decía que sería sacerdote, hasta que su párroco le dijo que los curas no se casaban, y entonces no lo repitió más. Recordó que a los 16 dejó de ir a la iglesia y se dedicó a la bebida y al jangueo.

Por culpa del alcohol, pasó un susto en la carretera. Eso provocó que pasara 6 meses sin beber, pero luego reincidió. A los 22 años estableció su propio negocio de rótulos, pero siguió al garete, como él dice. Pipo natural de San Juan, admitió que solo le quedó un amigo que fue quien lo llevó a Alcohólicos Anónimos.

No fue hasta el año 2009 cuando llevaba 4 años sobrio que recibió la invitación del padre de un compañero de escuela, para que fuera a la parroquia San Francisco Javier de Fairview en Río Piedras, a escuchar el coro que él dirigía. Tanta fue la insistencia que optó por complacerlo. Asistió en compañía de su novia. A casi una década de este incidente, Pipo no pudo explicar qué pasó. “No recuerdo nada especial, pero sentí mucha paz”, comentó. Esto le sirvió de impulso para regresar y no faltar más.

Recordó que como para esa época tenía el pelo largo y barba, le pidieron que hiciera de Jesús. “Dije no, pero el párroco P. Marco Rivera, dijo que sí”, reconoció. “Ese día me dieron un alba que no me servía, me montaron en un burro apestoso y luego de una hora de procesión por las calles de Fairview, con todo y burro entré a la iglesia. Me sentaron frente a todos. Me sentí humillado”, expresó.

Al día siguiente, lo llamaron para que hiciera de Jesús durante la Semana Mayor. Algo inusual para alguien que vacacionaba esos días. El año siguiente lo reclutaron nuevamente. Esta vez no puso reparos. “No sentí ningún tipo de humillación, fue al revés, me sentía indigno de hacerlo. Cuando me bajaron del burro y me sentaron delante de todos, estaba súper contento. Una alegría comparable a la que sentí el día de mi ordenación como diácono transitorio”, describió.

Regreso a él, la inquietud que tuvo de niño de ser sacerdote. Se reunió con P. Marco. Dejó a su novia e inició un proceso de discernimiento que lo llevó a entrar al seminario en el 2012 a los 35 años, lo que se considera una vocación tardía. Aclaró que, en el seminario de Valencia, donde inició su formación los 2 primeros años, le dijeron que no existen vocaciones tardías, porque cada uno llega en su tiempo.

Tras la enfermedad de su padre, regresó a Puerto Rico y luego de su deceso terminó los años de estudio en su tierra.
“El seminario fue muy duro porque mi experiencia era diferente. Mi edad era diferente. Tuve que dejarme amoldar, del Pipo que mandaba al que ahora mandan”, señaló entre risas.

Al momento, el diácono transitorio colabora en la parroquia San Luis Rey de Río Piedras, acompaña a P. Marco a visitar enfermos. Se encarga de las homilías de las misas de la semana y predica en una de las misas dominicales. Aspira iniciar una Pastoral dirigida a alcohólicos, no para que dejen el grupo, sino para combinen el programa con la espiritualidad católica. También, espera ansioso su fecha de ordenación sacerdotal, “que sea cuando Dios quiera”, concluyó.

Camille Rodríguez Báez
Twitter: @CamilleRodz_EV
c.rodriguez@elvisitantepr.com

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