Ordinariamente hay tiempo en abundancia para todo y para todos. Algunos moradores del planeta lo desperdician y ni siquiera saben qué hacer con las horas doradas. En todo caso, no conviene procrastinar, considerando que este preciso instante puede ser el postrer minuto. Salvando el sueño y el esparcimiento, el proyecto de vida requiere un esfuerzo constante y consciente hacia la plenitud.
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Aun bajo apariencia de humildes criaturas, podemos ser los monstruos más violentos y soberbios.
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Vendió su antiguo y amado hogar. Quién sabe si entregó no sólo parte de sus bienes raíces, sino también una porción de las raíces de sus bienes, sustancia telúrica de su historia e identidad. Olvidó que el terruño es sagrado, y que algún día lo reclamará.
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Amo, por lo tanto, existo. Amo, ergo sum. Y en el almario, donde reside mi alma, reina la paz…
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Cuestionaba y cuestionaba,
pero nunca preguntaba
por el mismo preguntar.
Negaba todo lo absoluto;
y afirmaba la negación
de la rotunda absolutez,
con metafísica pasión
y absolutísima tozudez.
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Me siento en el patio recoleto, bajo el límpido cielo de febrero y a la sombra de los arbustos, mientras medito sobre The Waters of Siloe, de Thomas Merton. Sigo los pasos de la espiritualidad trapense a lo largo de la historia y de los continentes. Todo es sublime al compás de la brisa suave y del silencio matutino. Media taza de café en mano y en la humilde compañía del perro Beppo. El perrito juega con el hueso casi gastado y se revuelca sobre el césped. Le hago muecas y él responde con el rostro perplejo, mueve las orejas y vuelve a su mundo. Mi mente oscila entre el misticismo cisterciense y la revelación de los seres sencillos que me rodean.
Aníbal Colón Rosado
Para El Visitante