Numerosos deslices y pequeños errores se van reuniendo, hasta que forman la catástrofe incontenible y el fracaso final. Así les sucedió a una pareja y dos niños que perecieron en el Valle de la Muerte, en California. Su automóvil quedó atascado en caminos rocosos y arenosos, muy lejos de la civilización y del tráfico humano. Desconocían los detalles para sobrevivir en el desierto, no se habían preparado adecuadamente e intentaron atrechar hacia otras atracciones turísticas antes de concluir su recorrido. Las altas temperaturas, la incomunicación y otros factores convergieron en la tragedia. La existencia choca contra el muro fatal, cuando a consecuencia de una cadena de decisiones imprudentes nos perdemos y perdemos la vida, aunque pensemos que en la coyuntura crítica habíamos optado por las mejores soluciones.
###
Podríamos lamentarnos inútilmente de muchos males y coleccionar chivos expiatorios. Pero sería injusto el atribuir a Dios nuestro carácter defectuoso, los descuidos contra la sanidad, la holgazanería perpetua, la explotación social y, en fin, la conducta irresponsable.
###
El profesional de la gran urbe se sentía hondamente insatisfecho con el ambiente y con el estilo de vida que había seguido después de entrar en la adultez. Le urgía la salida inmediata de aquella jungla acerada y asfixiante. Abruptamente, y sin avisar a sus parientes y amigos, huyó hacia los senderos de las montañas que lo llevarían lejos, muy lejos del infierno metropolitano. Enfiló rumbo al mediodía y penetró en los laberintos del bosque inmenso y silencioso, cuya fragosidad servía de dosel y murallas naturales. El caminante sabía a donde se dirigía su marcha febril. A lo largo de las veredas compartió con otros viandantes, encontró ríos, lagos, descampados, montes, páramos, parques nacionales, monumentos, fauna y flora variadas… Pero todavía le acompañaba el desasosiego que se había apoderado de su espíritu antes de la partida. Meditando y escudriñando, descubrió que huía de sí mismo. Podría haber recorrido los mares y continentes, más continuaría perdido en medio de la espantosa incertidumbre. Unos excursionistas encontraron su cadáver en la casa de campaña. Se desconoce la causa de su muerte. Parece que había llegado al destino físico que se había propuesto en la caminata. Nadie conocía el nombre verdadero del transeúnte anónimo, hasta que los investigadores rehicieron su historia pedazo a pedazo.
Aníbal Colón Rosado
Para El Visitante