Ser del campo de Comerío y ahora partir a Roma a estudiar misionología es algo que deseó hacer desde hace 31 años el laico misionero Luis René Rivera Rosado, de la Comunidad Misionera de Villaregia. A principios del mes de octubre comenzó una nueva aventura que tiene como fin formarse y enriquecerse sobre temas de misión, cómo transmitir el Evangelio a quienes aún no conocen a Dios, servir a los pobres y marginados, y mucho más. A su vez, Luis continuará sirviendo como esposo, padre, educador y misionero, aportando desde su experiencia a la Iglesia Universal desde la Isla del Encanto, colaborando también en el camino de reflexión del Sexto Congreso Americano Misionero (CAM6) Puerto Rico 2024.
En entrevista con El Visitante, Rivera Rosado expresó que desde joven tuvo el deseo de realizar una formación académica universitaria sobre misionología, que no es nada que no sea “el estudio académico de la historia y metodología de la misión cristiana”, que es llevada a la práctica tanto en la vida diaria como en momentos concretos, a nivel eclesial y secular.
Durante su niñez y adolescencia, vio en sus padres la importancia del servicio a los demás a través de la fe y la familia. A su vez, también pensó que la mejor manera para servir al hermano era a través de la vocación sacerdotal, por lo que decidió entrar al seminario para prepararse para el sacerdocio, proceso que le tomó casi 10 años, pero que no completó.
En el 1987 realizó una experiencia en Guatemala que le creó una inquietud por la misión. Luego de eso, colaboró con el proyecto de Verano Misionero en Puerto Rico y regresó al seminario con el deseo de querer “gastarse por la misión”. Tres años más tarde, en 1990, conoce a la Comunidad Misionera de Villaregia, fundada en Italia, con la que crea un vínculo para realizar un camino de discernimiento vocacional –aun siendo seminarista– para continuar descubriendo su verdadero llamado, dado por parte de Dios desde su bautismo, pero descubierto con el tiempo. Fue durante ese tiempo que Luis vio cómo misioneros, siendo laicos solteros, matrimonios, religiosas y religiosos, e incluso sacerdotes “se entregaban de la misma forma al servicio y la misión”. Esto le hizo reflexionar y pensar que “el servicio está en todas las vocaciones”.
La Comunidad Misionera de Villaregia llega a Puerto Rico y se establece en la Diócesis de Arecibo en el 1997, mismo año en que Luis René y su esposa contraen nupcias, luego de conocerse gracias a una experiencia de misión y su pasión por el servicio. Esto les llevó a acompañar parejas interesadas en el carisma misionero, también a colaborar en retiros y misiones al exterior del país, encuentros de formación, catequesis, etc. Con el tiempo, hicieron sus votos de compromiso como matrimonio de la Comunidad y criaron a sus hijos también en el ambiente misionero.
Por su parte, el llamado a la misión que le ha hecho Dios lo ha colocado al servicio como Director Diocesano de Obras Misionales Pontificias de la Diócesis de Arecibo, además de servir como coordinador del Comité de Síntesis del CAM6. Por eso, ha tomado la decisión de realizar la Maestría en Evangelización Pastoral y Catequesis Misionera en la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma, que de cierta forma se especializa en la misión de la Iglesia Universal.
“La misión es la esencia de la evangelización”, añadió Luis René. Y esto representa para él una “responsabilidad grande” ya que se entiende que es el primer laico puertorriqueño en prepararse formalmente, a nivel universitario, en temática misionera. En su caso, confiesa que la misión le ha hecho crecer “en el amor al prójimo y en la espiritualidad” y que ha nacido para el servicio y el carisma misionero.
Por último, concluyó diciendo que este nuevo llamado que ha recibido, tanto por parte del Señor, como de parte de la Diócesis, constituye ser un logro del propio CAM6, ya que se da en el marco celebrativo en medio del camino que busca “un nuevo ardor misionero” tanto para la Iglesia de América y el Caribe, como para el resto del mundo. Además, es una gran alegría que se le esté dando un espacio activo a los laicos en la misión de la Iglesia. Por eso, recalcó que “todo esto es un signo de esperanza” que inyectará ese “nuevo ardor” que la propia Iglesia puertorriqueña necesita y busca en este tiempo de sinodalidad. Asimismo, animó a responder el llamado –sea el que sea– con firmeza, valentía y compromiso. ¡Adelante! Recibirán la fuera del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos… hasta los confines de la tierra, (Hch 1,8).
Jorge L. Rodríguez Guzmán
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