Nos relata el Libro de las Crónicas, la recepción que el Rey David y el pueblo le hacen al Arca de la Alianza cuando llega triunfante a la nueva capital de Israel, Jerusalén.
En la Carta a los Gálatas, San Pablo nos habla, cómo en el plan salvífico de Dios, El Todopoderoso había dispuesto que su Hijo se hiciera hombre como nosotros, y que por tanto, naciera de una mujer.
En nuestros corazones atesoramos el pasaje de las Bodas de Caná del Evangelio de San Juan que, entre otras cosas, nos relata la providencialidad y la participación activa de Nuestra Madre Santísima en el proceso de la Redención.
¿Qué es Providencia? Providencia es saber de antemano que cosas hacen falta para tenerlas a nuestra disposición en el momento en que las necesitemos. Esto es lo que hace la Virgen María cuando se da cuenta que hace falta vino antes de que la gente lo pida, y le pide a Jesús que haga el milagro. Pero hay mucho más oculto en este pasaje.
Uno de los puntos teológicos claves del Evangelio de San Juan es la Hora de la Gloria de Dios en Jesús. Esa Hora llega en el momento de la muerte de Jesucristo en la Cruz. Cuando leemos en Evangelio de San Juan veremos que este concepto de la Hora de Jesús está pululando en todo el Evangelio. La Hora de Jesús es su Hora de Manifestación Gloriosa, la Hora en que Dios revela a toda la humanidad cuánto amor nos tiene hasta el punto de por nosotros dar la vida de su Hijo para que, en ese Hijo, toda la humanidad sea atraída a Él para Él entregarla al Padre. Pues, quien empuja a Jesús para que comience esa Hora es su Madre María.
¿Cuál fue la réplica de Jesús cuando su Madre le pide que intervenga? “Mujer: a ti y a mí ¿qué se nos da? Todavía no ha legado mi Hora. Eso significa que, para Jesús, todavía no había llegado su Hora para manifestarse, para comenzar el proceso de la Redención Gloriosa. Pero María difiere; como una buena madre que quiere que sus hijos logren aquello a lo que han venido, María obvia las palabras de su Hijo, va a los mozos que atendían la boda para que vayan a donde su Hijo y su Hijo, al ver la insistencia de su Madre, comprendió que ya era el momento de inaugurar la Hora de la Redención.
Vemos entonces que María desaparece en el Evangelio de San Juan. Durante todo este evangelio, María no se menciona, no aparece presente. ¿Hasta cuándo? Precisamente cuando Jesucristo llega a su Hora, al momento de la manifestación gloriosa de Dios que es la muerte de su Hijo, al pie de esa Cruz que se convierte en Altar, en Trono, cuando el evangelista San Juan, mención explícitamente como para dar a entender cuán crucial es este momento, en que María aparece al pie de esa Cruz para ser la Madre y la Primera Testigo de la Redención de Dios en su Hijo Jesucristo.
Padre Rafael “Felo” Méndez
Para El Visitante