En el ministerio del Papa Francisco destaca su preocupación por el descarte de las personas. Hoy traigo a mi reflexión al niño. Y me atemoriza grandemente el lugar bajo en que le colocan personas de nuestro mundo. ¿Hasta qué punto está presente en la planificación del futuro, en los modelos educativos, los medios de comunicación, las leyes? Por otro lado, nos tintinean al oído las palabras de Jesús: “¡Ay del que escandalice a un niño! ¡Mejor sería que le amarrasen al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar!”.
Tal vez hastíe la enumeración concreta de esos “escándalos”. Viene a la mente la imagen del niño abusado por el incesto, sin protección ante un juez que exige testigos para proceder. Y el niño lleno de miedos por algo que no sabe verbalizar, confuso en su mundo lleno de vergüenza.
Los niños son víctimas de la televisión, y de los padres que los sobre exponen a la caja mágica más tiempo del deseado y a cualesquiera programas. Y está el programa modelo de actitudes violentas; la telenovela donde aprende que es más macho el que es infiel a su esposa, que el placer es la meta máxima en la vida; o los comerciales que inyectan el deseo de comprar aun lo no necesario.
Los niños son el punching bag de nuestros traumas y desajustes emocionales. El teléfono para informar los maltratos al niño no para -y no todos los abusos se informan o investigan- . El abandono de niños es un escándalo. Ellos son las víctimas inocentes de nuestras ideas erróneas. La de padres que no han internalizado lo de Gibran Jalil: “Vuestros hijos no son vuestros hijos”. Indefensos sufren nuestros prejuicios, hipocresías y violencia. Nos atemoriza la criminalidad, pero no vemos que el criminal no nace, sino que en gran parte se hace. Si al niño le falta un hogar, si se educa sin cariño, si le escasea lo necesario para vivir decentemente, ¿cuál será el resultado?
Alguien escribió: “Un niño es una criatura mágica. Lo puedes echar de un taller, pero no de tu corazón. Lo puedes echar de tu oficina pero no lo puedes echar de tu mente. Es mejor darse por perdido; él es tu captor, tu carcelero, tu amor y señor. Un pecoso atrasado, molesta-gatos, alborotoso…, pero cuando llegas a tu casa por la tarde, solo, con los despojos de tus sueños y las esperanzas rotas en mil pedazos, él te hace renacer con solo dos palabras mágicas: ¡Hola, papá! ¡Hola, mamá!”.
Durante el año internacional del niño organizaciones diversas presentaron la verdad sobre el mundo del niño. Se informó que muchos viven en un ambiente poco acogedor, indiferente y hasta hostil. Otras informaciones nos consternaron. La FAO presentó datos alarmantes sobre el hambre en el mundo y sus repercusiones angustiosas sobre la vida de millones de niños. Vimos muchas imágenes de cuerpos famélicos, que nunca podrán llegar a ser adultos. Amnistía Internacional, en un informe documentado denunciaba la creciente tendencia a utilizar a los niños como arma contra los padres. Durante los últimos años millones de niños y adolescentes han sido asesinados, golpeados, torturados, arrestados, encarcelados o separados de sus padres.
La debilidad de los niños, su vulnerabilidad, su incapacidad de defenderse por sí mismos, parece hacerlos objeto privilegiado del egoísmo, de la cobardía y la avaricia del hombre. El niño, que representa el futuro del mundo, figura con demasiada frecuencia en el número de los más pobres. Vemos erguirse un abanico de problemas alrededor del niño; desde su rechazo cuando está en el vientre materno, hasta la explotación múltiple de su persona, los sufrimientos físicos y la falta de amor y estima. El Papa nos exhortó vivamente a las obras de misericordia. Aquí hay una muy buena para tu preocupación de padre-madre. Y recuerda cómo esculpió la idea de familia el escultor: las tres figuras en posición vertical, una sobre la otra; abajo el varón cargando sobre los hombros a la esposa; sobre ambos el niño, sobresaliendo como una esperanza al horizonte.
(P. Jorge Ambert)