En este domingo Jesús abre una nueva ruta para que la gente se acerque a Dios. Por eso enseña que: “¡Todo lo que de fuera entra en el hombre no puede con- taminarle!” (Mc 7, 15). Jesús invierte las cosas: lo que hace impuro a una persona no es lo que viene de fuera sino de adentro. Así precisa que el comer o el beber no hace puro o impuro a una persona. Sino las actitudes que brotan de su corazón. De esta manera coloca lo puro y lo impuro al nivel del comportamiento ético. Y al explicarlo abre un nuevo sendero para llegar hasta Dios dando respuesta al deseo más profundo de la gente.
Los discípulos no entendieron bien lo que Jesús quería decir con aquella afirmación y en casa piden explicación. A Jesús le extrañó la pregunta de los discípulos. Pensaba que habían entendido. Pero tranquilamente les explica y va hasta el fondo. ¡Declara puros todos los alimentos! Es decir: ningún alimento que entra en el ser humano puedo volverlo impuro, pues no va hasta el corazón, sino que va al estómago y termina de nuevo fuera del ser humano. Lo que verdaderamente vuelve impuro, dice Jesús, es aquello que sale del corazón para envenenar la relación humana. Y enumera: prostitución, robo, asesinato, adulterio, ambición… Así, de muchas maneras, por la palabra, por la convivencia, Jesús fue ayudando a las
personas a ver y a conseguir la pureza de otra manera.
Tengamos presente que la gente de aquella época se preocupaba mucho por la pureza. La ley y las normas de la pureza indicaban las condiciones necesarias para que alguien pudiera presentarse ante Dios y sentirse en su presencia. No era posible presentarse ante Dios de cualquier manera. Pues Dios es Santo. La Ley decía: “¡Sean santos, porque yo soy santo!” (Lv 19, 2).
Por esto, las personas “impuras” debían ser evitadas. La gente vivía con miedo, amenazada siempre por tantas cosas impuras que amenazaban su vida. Estaba obligada a vivir desconfiando de todo y de todos.
Ahora, de repente, ¡todo cambia! A través de la fe en Jesús, era posible conseguir la pureza y sentirse bien ante Dios, sin que fuera necesario observar todas aquellas leyes y normas de la “Tradición de los Antiguos”. ¡Fue una liberación! ¡La Buena Nueva anunciada por Jesús sacó a la gente de la defensiva, del miedo, y le devolvió las ganas de vivir, la alegría de ser hijo e hija de Dios, sin miedo a ser feliz!
Esta es la buena noticia de este domingo…