Cuarto de la serie: Crónicas de la Misericordia
En la continuación de la serie Crónicas de la misericordia, el cuarto testimonio, es de Maritza García González, profesora del Colegio de Educación de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (PUCPR) en Ponce. Maritza comparte cómo su vida desde una edad temprana estuvo inclinada al servicio, como ministro de la Eucaristía por 10 años y participando del ministerio de música en la parroquia Nuestra Señora del Carmen de la Playa de Ponce por más de 37 años. Antes del diagnóstico de cáncer, su vida y la de su familia transcurría inmersa en el trabajo, y la cotidianidad.
“Como profesora me sentía muy satisfecha en mi área profesional y desarrollando un nuevo proyecto para los niños con la condición de Autismo y sus familias, hoy el Centro Ponceño de Autismo (CEPA)”, precisó.
Sin embargo mencionó, que la noticia del cáncer “llegó a mi vida en un momento inesperado, justamente al año de haber conocido a quien es hoy mi esposo”. Le diagnosticaron un adenocarcinoma tipo tres en una etapa 4, que había invadido el cuello cervical en un 100 %. Luego de esto, ¿quién podría pensar que dos días antes de la noche de Pascua, Maritza, había comenzado a vivir?
Martiza aceptó que la noticia cambió su vida de manera significativa, porque la haría morir y nacer nuevamente, pero en otra dimensión, mucho más humana y a la vez, más espiritual. Este fue el comienzo de su caminar. Cerca de la medianoche del Jueves Santo del año 2009, Maritza sugirió a su familia visitar al Santísimo. Se acercó, se arrodilló y le adoró. Pasados unos minutos, sintió que expulsaba sangre de su cuerpo de forma abundante e irregular. De inmediato notó que estaba teniendo una hemorragia que se volvió más profusa a medida que avanzaba la Semana Mayor.
A partir de la Noche del Jueves Santo, Maritza reconoció la Misericordia de Dios y cómo el poder de su Preciosa Sangre comenzó a hacerse real en su vida.
“Tras el diagnóstico de cáncer del útero, una semana después, he podido experimentar cómo la Misericordia de Dios se fue manifestando en mi vida y en mi familia”, compartió. Dijo que a esto le siguieron pruebas y tratamientos que la dejaban sin fuerza física, sostenida solamente por la fuerza espiritual de la fe. “¿Quién me iba a decir que el regalo de amor más grande, lo experimentaría, precisamente en ese fin de Semana Santo del año 2009?”. Admitió que “en unas semanas se cumplirán 10 años de mi sobrevivencia y rectifico que la Misericordia de Jesús nunca me abandonó”.
Dra. Maricelly Santiago
Para El Visitante