Dejemos a un lado ‘la blanca paloma’ y el ‘con flores a porfía’ para contemplar la dimensión de mujer que sabe estar como tal, y no por el modo como sale de fábrica sino debido a su propia valía contra todo mal.
Elegida entre las del pueblo escogido para hacer visible entre nosotros al Mesías. La Misericordia decide empezar con ella. Hace su menester de mujer-madre. Lleva una vida de mujer propia de su tiempo y lugar; le afectaba cuanto sucedía en su entorno. Como israelita deseaba ser madre del Mesías esperado. Se relaciona con vecinos y familiares. A veces las pinturas y estampas devotas la alejan de lo cotidiano y se fijan más bien en la María ‘llena de gracia’ un tanto celestial, y no en la peregrina hija de Eva.
El Papa Francisco abrió el 8 de diciembre (Solemnidad de la Inmaculada) el Jubileo de la Misericordia. Me duele que algunos creyentes ignoren el significado del sentimiento o estado de ánimo de la compasión.
Esta confesión mía, al personalizarla es ya un ejemplo de misericordia. (La parábola del Hijo Prodigo, del recuadro, expresa mejor esa empatía). Tomás de Aquino no duda en afirmar que cualquier don de Dios es obra de misericordia, incluso el amar supone compasión, pues al hacer suya esa falta de amor (compasión) pretende subsanarla.
Antes de que Dios decidiera iniciar el universo, se siente afectado por la nada absoluta de ser fuera de Él mismo (utilizamos nuestro modo de hablar al expresar el Misterio Trinitario) y decide que desaparezca dicho vacío y haya bien o existencia más bien que nada. Cuanto acontece desde este momento radical (de raíz) en que hace suya esa carencia absoluta y la juzga personalmente insoportable, se deja mover por la compasión y hace que el existir de la criatura comience a rodar: de la nada a la Creación; y, después, de la enemistad por el pecado a la filiación por la gracia o Redención. El corazón misericordioso de Dios está detrás de cuanto sucede para bien.
Hoy nos hace falta promover este atributo divino, del cual participamos por la gracia bautismal pues las necesidades de que adolecemos son tan presentes, a nivel corporal y espiritual, que no pueden esperar. La sensibilidad de San Juan Pablo II lo intuye al canonizar a Santa Faustina Kowalska y cuando escribe su Carta Dives in Misericordia (Rico en Misericordia). Y Papa Francisco con la Carta Laudato Si’ (Alabado seas, mi Señor) sobre el respeto a la Madre Tierra.
La Encarnación es la culminación de la obra creadora y es el acontecimiento supremo de misericordia, superior en excelencia incluso a la misma Creación. María es el vehículo de esta gran epopeya en que todo un Dios, bajo vestido creado, peregrina entre nosotros sin alardes para hacer visible el amor misericordioso. Que la liberación de toda inclinación a pecar, en la Nueva Eva, nos inspire y anime a vivir lo más conformes posible con la voluntad del Padre Misericordioso, a pesar de las estructuras que nos impulsan al desorden.
Que la contemplación de este don de Dios para con nosotros avive la compasión que portamos para ayudar a superar las carencias corporales y espirituales de los demás. Así lo sentía Domingo de Guzmán en el siglo 13 y sus mejores seguidores llegados a las Américas en el siglo XVI, y al resto de países a lo largo de ochocientos años de existencia y predicación del Evangelio. A partir del 7 de noviembre pasado se abrió el
Jubileo conmemorativo de la aprobación y confirmación de la Orden de Predicadores por la Iglesia Católica. Hablar con Dios y de Dios a los demás.
(Fray Antonio González Pola, O.P.)