Naida Costa Marcucci
Coordinadora Divina Misericordia

En la Catedral de Ponce, el pasado domingo, 4 de octubre 2015 la Diócesis Ponceña y su Obispo, Mons. Félix Lázaro Martínez, Sch.P., celebraron el regalo de esta extraordinaria, fiel hija de la Iglesia. Luego de comentar sobre el Evangelio del día y llamar a la oración por el Sínodo de la Familia, defendiendo su constitución natural hombre–mujer, Mons. Lázaro desarrolló su prédica sobre Santa Faustina, también inspirado por la que él llamó “su alma gemela”.

A continuación parte de su homilía: “Cuenta Santa Teresita del Niño Jesús, que teniendo un deseo inmenso del martirio, acudió a las Cartas de San Pablo para tratar de hallar una respuesta. Y que, casualmente, dio con los capítulos doce y trece de la primera Carta a los Corintios. Y que habiendo leído el capítulo doce, que dice que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, no halló la respuesta que buscaba. Por lo que continuó leyendo, sin desanimarse, hasta que encontró esta consoladora exhortación del Apóstol: ‘Ambicionad los carismas mejores, y aún os voy a mostrar un camino excepcional’, la caridad, el amor, ‘como el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro’. Y dice la santa que por fin encontró la tranquilidad: ‘Entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que solo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno. Por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor’.

Traigo a colación este episodio de Santa Teresita, porque hoy estamos celebrando, por adelantado, la fiesta de la que yo llamaría su alma gemela, Santa Faustina Kowalska y que si la vocación de Santa Teresita consistió en el amor, en vivir el amor, el sello distintivo de Santa Faustina fue la misericordia. Pero dejemos que sea ella misma quien nos lo manifieste, en la oración que le dirige a Jesús: ‘Si cada uno de los santos refleja en sí una de tus virtudes, yo deseo reflejar tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y este será mi signo distintivo en esta vida y en la otra”.  (Diario, 1242)
Para santo Tomás de Aquino, la misericordia es la mayor de las virtudes morales. San Juan Pablo II añadirá que, además de una virtud, es una actitud. Leyendo su Diario, la Misericordia caracteriza la espiritualidad de Santa Faustina, hasta el punto de hacer de ella una actitud de vida en todos sus aspectos, que abarca todas las relaciones hacia el prójimo y se debe reflejar en cada pensamiento, palabra y acción. Ella deseaba transformarse toda en misericordia. En el número 163, del Diario, por cierto, bellísimo, se lo recomiendo, escribe que con la ayuda de la gracia ella deseaba transformarse toda en misericordia, y en la oración le pide al Señor que sus ojos, oídos, manos, pies y ante todo su corazón fueran misericordiosos. En otras palabras que todo su ser rezuma misericordia.

Fue el amor a las almas el que la llevó a ofrecerse como víctima, porque según Sor Faustina la Misericordia para con el prójimo tiene su fuente, nace y brota de la Misericordia de Dios, modelo a seguir. Estaba convencida de que para practicar la misericordia de Dios hay que vivir en unión con Él.

Si Santa Teresita del Niño Jesús y Santa Faustina fueron almas gemelas en el amor y en la misericordia, que les llevó a ofrecerse víctima del amor a la primera y víctima de la misericordia a la segunda, hay otro elemento que las distingue estrechamente relacionado al amor y a la misericordia: la confianza. Para Teresita y Faustina, la confianza es la medida del amor y de la misericordia. De la confianza llega a decir Faustina que ‘es el único recipiente para tomar la gracia’. La confianza en Santa Faustina no se limita a aceptar intelectualmente las verdades reveladas o a simples afectos piadosos. La verdadera confianza se mide por el cumplimiento de la voluntad de Dios. El cumplimiento de la voluntad de Dios es el mejor testimonio y medida, de la confianza.

Es fácil hablar de la misericordia de Dios y de la confianza. Lo difícil es practicarlas, vivirlas. Estaríamos faltando a la verdad si pensásemos que todo le fue fácil y sencillo a Santa Faustina. Sus cartas, sus escritos, sus biógrafos, nos atestiguan una vía dolorosa, de un camino de continua purificación por el que tuvo que pasar y por el que el Señor la llevó.

Ante el llamamiento del Papa Francisco a celebrar el Año Jubilar de la Misericordia, me atrevo a sugerir la lectura, reflexión y oración del Diario de Santa Faustina, como introducción al piélago inmenso de la Divina Misericordia, en la seguridad de que solo habrá paz en el mundo cuando reine la Misericordia, cuando los hombres seamos misericordiosos como el Padre que está en los cielos. Y en esto, les aseguro, que Santa Faustina es buena maestra”.

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