31. Ser discípulo e irradiar la Buena Nueva de Jesucristo es tarea de todos los bautizados que constituyen a la Iglesia. Así, nos lo recordaba el Papa Benedicto XVI en Aparecida: “La Iglesia tiene la tarea de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este Continente que en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos misioneros de Jesucristo”48. También, así arranca esta efervescencia y conciencia discipular misionera que Aparecida desea impulsar y convertir en Misión Continental, y que la exigen los siglos de los tiempos de nuestra sociedad globalizada y de cambios acelerados. Ante estos retos de nuestro mundo contemporáneo, no podemos continuar ciegos e indiferentes. En nuestra época, hay un proceso de reafirmación misionera que comenzó con Vaticano II, y durante los últimos cincuenta años, diversos documentos magisteriales se han hecho eco de este despertar que busca escuchar y hacer realidad el mandato misionero de Jesús a sus discípulos.
32. La Iglesia reafirmó su identidad y conciencia misionera durante el Concilio Vaticano II. En uno de sus principales documentos la Constitución “Lumen Gentium”, se describe a sí misma como “sacramento de comunión y de salvación”49, “Cuerpo Místico de Cristo” 50 y “nuevo pueblo de Dios” 51 que tiene un deber fundamental e ineludible: llevar la Buena Nueva de Jesucristo a todos los pueblos y a todo la gente. Así también lo afirma en uno de los documentos clásicos para la vida misionera de la Iglesia, “Ad gentes divinitus”: “Por esto le incumbe a la Iglesia el deber de propagar la fe y la salvación de Cristo, así en virtud del expreso mandato que heredó de los Apóstoles el Orden de los Obispos, con la cooperación de los Presbíteros, juntamente con el Sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia, como en virtud de la vida que Cristo comunica a sus miembros…52. Este es un deber fundamental53 e ineludible para todos los bautizados que la constituimos; y deberíamos entender este mandato misionero y vivirlo con la mayor fidelidad y alegría posibles, como lo han comprendido tantos hombres y mujeres en América Latina, incluyendo Puerto Rico y el mundo entero. Si amamos la Iglesia y nos sentimos parte integrante de ese Cuerpo de Cristo, no podemos dejar de evangelizar. Debemos vibrar y sentir como San Pablo: “Porque si evangelizo, no es motivo de gloria, sino que se me impone como necesidad. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio!” (1 Cor 9,16). “Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación misma”, (A. 144).
33. Los bautizados estamos llamados a evangelizar, llevando a Jesús y su Proyecto del Reino de Vida a todos, para que haya vida y vida en abundancia. “Todos los cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra el hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la virtud del Espíritu Santo”54. De aquí, que el Decreto Conciliar “Ad Gentes”, termina enfatizando la colaboración y cooperación de todos los implicados en la misión de la Iglesia: pueblo de Dios, comunidades eclesiales, obispos, sacerdotes, institutos religiosos y seglares.
34. También, este clamor misionero universal lo recogió, con urgencia, el Papa Pablo VI, hoy beato, en un documento que sigue tan actual, como cuando salió publicado en el 1975: “Evangelii Nutiandi”. En esta Exhortación, Pablo VI, nos llamó a contemplar con fe y esperanza al Cristo Evangelizador que nos trae y nos revela la Buena Nueva del Reino de Dios. Acoger la Buena Nueva, vivirla, testificarla y anunciarla es la tarea de la Iglesia: es su vocación propia. Siguiendo las líneas principales del Vaticano II, sobre la identidad y la actividad misionera de la Iglesia, el Papa Pablo VI nos presentaba qué es la evangelización, su contenido, los diversos medios para realizarla, sus destinatarios y sus agentes. Se resalta la necesidad de evangelizar la cultura y el testimonio cristiano como elementos fundamentales en la acción misionera. Sobre la evangelización de la cultura, afirma categóricamente: “Lo que importa es evangelizar –no de manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces – la cultura y las culturas del hombre en el sentido rico y amplio de sus términos en la Gaudium et spes”55. Sobre la necesidad y urgencia del testimonio, señala que la evangelización comienza, en primer lugar, mediante este. Todos los cristianos están llamados al testimonio, y a un testimonio auténtico y eficaz, haciéndonos responsables del Evangelio56. ¡Cuánta actualidad de esta Exhortación! ¡Cuánta urgencia del testimonio vivo y coherente! ¡Cuánta necesidad de evangelizar formas culturales modernas alejadas del Evangelio! ¡Cuántos areópagos nuestros no tocamos o lo hacemos superficialmente: el mundo de los obreros, artistas y medios de comunicación; comunidades marginadas como los caseríos, barriadas y comunidades cerradas de nuestra época moderna! También, hoy hay que abrir los ojos y los oídos, como pidió Jesús a sus contemporáneos.
48 Discurso Inaugural de Benedicto XVI en Aparecida, n.3.
49 LG 1.
50 Ibíd., n. 7.
51 Ibíd., n. 9.
52 AG 5.
53 CIC 1983, c. 781.
54 AG 11.
55 EN 20.
56 Ibíd., nn. 57 y 76.