a me va a pasar”, “yo me lo merezco”, “soy invencible” y “Dios no se mete en estos asuntos” son algunas de las frases populares para describir la vanagloria. Es esa actitud jactanciosa que socialmente cae pesada y que en la jerga juvenil se le conoce como “guille”.
Esta actitud de super confianza nace de una visión distorsionada de la realidad en la que todo lo que ocurre es por y para la persona. Como explica P. Juan Luis Negrón Delgado sobre la vanagloria, los seres humanos “hemos creado nuestra propia forma de glorificación”. Claro que el fin de esta actitud es la exaltación personal.
Es tan antigua como el mismo ser humano, con referencias múltiples tanto en el Antiguo Testamento como el Rey Nabucodonosor o el Rey David como en el Nuevo Testamento. “David dijo, estoy en este palacio y al pobrecito Dios ¿qué le voy a hacer? Dios le dice: ‘David, David quien te trajo hasta aquí fui yo…’”, recalcó P. Juan Luis. Además, sostuvo que en un principio los mismos apóstoles pensaron que Jesús se dirigía a una gloria humana, como un líder político. Cristo les corrige.
La actitud contraria a la vanagloria es el proceder para la gloria de Dios. Para comprender esto, el sacerdote simplemente pidió observar la imagen de la Virgen de Belén, en toda su humanidad sirve a Dios; su virginidad, su adoración, su obediencia a la voluntad de Dios, su maternidad y su servicio son sus verdaderos. Más allá de lenguajes analógicos es reconocer la sana relación del Dios supremo con el ser humano, criatura amada por Él.
Las obras de caridad anunciadas con vítores y con el fin de ser visto, para sacar ventaja son una fría filantropía cimentada en la gloria personal. A esto P. Juan Luis recordó Mateo (6, 3) “que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha”. Esto porque se siembran tesoros en el Cielo, se trabaja para la gloria de Dios. Añadió que la vanagloria “a la larga es una forma de distanciarse de los demás, de forma sutil”.
Una de las oraciones de San Ignacio de Loyola versa: Que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean ordenadas al servicio y alabanza de tu divina majestad. En ese sentido, la vida del creyente debería estar orientada a ser un acto de gloria a Dios. Además, San José de Calazans añade “y para beneficio del prójimo”.
De hecho, en el dilema de dar o recibir, Padre Juan Luis indicó que recibir hace al ser más humilde. Como en la ancianidad, que se vive la vulnerabilidad. Por el contrario, al dar la persona tiene el control de cuánto da, lo que sugiere una medida. En ese sentido, al dar llega la tentación de ser avaro o ser generoso; dar lo que sobra o ser realmente misericordioso.
Por esto es indispensable reconocer que “todo honor que pueda tener es un don de Dios y no mío”. Y poder reconocer que es hermoso poder tener trabajo, conocer estos compañeros y tener estas experiencias que se viven. Incluso hay que dar lectura a la enfermedad y las pruebas para encontrar la forma de glorificar a Dios en medio de la tempestad. Así el sacerdote compartió una breve oración de las redes sociales: Mira hacia atrás, agradece a Dios; mira hacia al frente, confía en Dios; mira hacia los lados y sirve a Dios; mírate adentro y encuéntrate con Dios.
Cuando el ser humano se realiza, apuntó Padre Juan Luis, su vida tiene repercusión en el otro. Las claves serán crear conciencia de que se es criatura de Dios, que todo lo que llegan son dones de Dios y que se es vulnerable. Así la fuerza viene de Dios, se vive de cara a la voluntad divina, se reciben las bendiciones del Cielo, no se es invencible y Dios tiene cabida en todos los temas de la vida.