La Doctrina Social de la Iglesia nace del Evangelio. Surge de la Palabra de Dios, transformada en guía para nuestra relación con el prójimo, en el tiempo en que nos ha tocado vivir. Es permanente, pero a la misma vez dinámica, ajustándose a las siempre cambiantes circunstancias de la sociedad. Por eso, cuando reflexionamos sobre las lecturas que nos señala la liturgia, encontramos siempre una aplicación de estas en la Doctrina Social. En las lecturas del Primer Domingo del Tiempo Ordinario observamos como tema común, el llamado de Dios a servirle.

Las primeras comunidades cristianas destacan el énfasis en que el llamado a ser cristiano implica un compromiso de dar un ejemplo con su vida. Las cartas de los apóstoles a las comunidades cristianas recién formadas abundan en ejemplos de esta índole. En su Primera Carta a los Corintios, San Pablo dice: “Les ruego por lo tanto que sigan mi ejemplo” (1 Cor 4, 6); pero va más allá, dice: “En efecto siendo libre me hice esclavo de todos” .(1 Cor 9, 19). San Juan también nos exhorta a imitar lo bueno y no lo malo ( 1 Jn 3, 11). El Mismo Jesús, en palabras de San Mateo enseñó: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos” (Mt 5,16). En los escritos de Tertuliano, escritor eclesiástico del siglo II, se relata como se dice de los cristianos: “Mirad cómo se aman, están dispuestos a morir el uno por el otro”.

La Doctrina Social de la Iglesia nos propone que nuestra vida social, política y económica refleje la luz de Cristo. Por esa razón estamos llamados a la solidaridad y a la defensa de la justicia y de la libertad. Todo cristiano debe participar activamente en la transformación de la sociedad. Debe donarse a los otros a través de su esfuerzo diario, con su trabajo. Pero aunque todo cristiano asume la responsabilidad de vivir y ser ejemplo de la vida en Cristo, recae sobre los líderes de la sociedad la responsabilidad más grave de dar ejemplo de vida. Con respecto a esta responsabilidad nos indica la Doctrina Social de la Iglesia que las autoridades sociales y políticas deben reconocer, respetar y promover los valores humanos y morales esenciales (Compendio Doctrina Social 397).

El testimonio cristiano como valor es más que una declaración de la religión que se profesa, es la evidencia de que hemos sido transformados y que como personas damos un alto valor a los valores de la justicia, la caridad, la libertad y la verdad. Por eso no podemos esperar menos de aquellas personas a las que otorgamos autoridad y constituimos en nuestros líderes, que un ejemplo de dedicación a su trabajo en pro del bien de las personas, honestidad, transparencia y una vida moral intachable. Los líderes o autoridades deben exigirse más a ellos mismos, porque están llamados a dar ejemplo. Su autoridad, proviene de Dios y el respeto y obediencia que se debe a ellos se fundamenta en esta autoridad delegada.

Los padres de familia, educadores, gobernantes, líderes cívicos y religiosos, muy especialmente los cristianos, tienen un compromiso ante las personas a las que rinden servicio: sus hijos, educandos, feligreses y ciudadanos. La Doctrina Social de la Iglesia les llama a ofrecer este servicio sin buscar servirse. Es muy lamentable que en muchas ocasiones las autoridades civiles se abroguen beneficios especiales que no les corresponden, que justifiquen la corrupción, que ocasionen escándalos públicos, que exijan impunidad ante actos deshonestos y que den un ejemplo de pobre comunicación e incapacidad de diálogo. El pueblo cristiano está llamado también a exigir más de sus gobernantes. Un refrán popular nos recuerda que: “Las acciones valen más que mil palabras”. Exijamos de ellos el ejemplo de vida que promueva la construcción de un mejor país.

(Nélida Hernández | Consejo de Acción Social Arquidiocesano)

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