Nicole García| Diócesis de Caguas
Era el año 2006, y luego de 6 meses de quimioterapias, visitas al hospital, nervios y operaciones, Noryzel García Pérez fue dada de alta del Hospital de Niños San Jorge.
Allí a la corta edad de 17 años, fue diagnosticada con linfoma Hodgkin, cáncer del sistema linfático.
“Le di gracias a Dios por la oportunidad de tener vida y salud”, esa fue la acción inmediata de Noryzel cuando le dieron la noticia de que su tratamiento de cáncer había terminado. “Me sentía más fuerte sabiendo que pude pasar una situación tan mala y negativa y que iba a poder afrontar cualquier cosa que se pusiera en mi camino”, añadió.
Fue mientras tomaba una clase de baile. El hacer un mal movimiento terminó causando una inflamación en su cuello. Inmediatamente, su madre la llevó a su pediatra y una semana después ya tenían los resultados de la biopsia.
Después del diagnóstico, el trayecto comenzó con tres semanas en el hospital, donde le practicaron todos los exámenes necesarios para descubrir qué áreas estaban afectadas por la enfermedad. Seguido por el tratamiento ambulatorio, así después de recibir la quimioterapia podía volver a su casa. “Fue tedioso pero las personas en el hospital siempre me trataron bien. Compartía mis experiencias con mis amigos de la escuela cuando me visitaban y con los que hice en el hospital”, narró la joven remontándose a aquellos días.
A pesar del miedo y la incertidumbre que llegó a sentir en el momento posterior a la noticia de su padecimiento, Noryzel nunca perdió la fe. Durante el proceso, el apoyo más importante fue el de su familia, que se vio reflejado en la unión entre ellos. Así mismo, las oraciones y buenos deseos de personas allegadas y no conocidas por la joven en aquel momento. Esto sumado a su inmensa fe y fortaleza fue lo que la ayudó a continuar un camino vacilante, siempre mirando hacia delante y con una sonrisa.
Para Noryzel esta etapa significó un crecimiento espiritual. La joven, quien ahora es maestra de música, explicó que estar en una situación tan difícil la ayudó a madurar, ver las cosas con un sentido diferente, y a “disfrutar las pequeñas cosas de la vida”. También exhortó a todas las personas que estén pasando por una situación similar a no perder nunca la fe ni la esperanza. De igual manera, que se conviertan en instrumento para llevar el mensaje de Dios por medio de su testimonio de vida.
En este momento, asegura estar feliz y agradecida con Dios y todas las personas que fueron parte de su proceso y recuperación. “Todos los días cuando suena mi despertador, antes de levantarme de la cama hago una oración dando gracias por un día más de vida”, dijo.
Repasando su posición de hace 9 años atrás, Noryzel lo tuvo claro: “Me sentía agotada pero dentro de todo bastante bien… Nunca perdí la fe”, concluyó.