Desde el principio el ser humano ha buscado protegerse de lo que entendió como ataques de la naturaleza, esos males de causas desconocidas que se atribuían a influencias sobrenaturales. Luego se dio cuenta, su mayor enemigo era él mismo y en otros momentos el ser humano que estaba a su lado. Así buscó refugio de lo desconocido para él, o más bien buscó en objetos y dioses de la antigüedad una forma que entendía como protección.
La palabra amuletos se deriva del latín amuletum que, a su vez, proviene del bajo latín amoliri (apartar o alejar). También tiene raíz en el árabe jamalet (lo que es llevado) o tilism y telsam, que significa imagen mágica. Entre los griegos recibía el nombre de phylakterion. Se refiere a cualquier objeto portátil que pueda apartar los sortilegios malignos y contrarrestar los malos deseos, y a los días nefastos anunciados en los horóscopos.
Al caer desde el cielo, los meteoritos eran considerados como sagrados y eran dignos de adoración (de aquí se origina el interés por las piedras raras y bonitas). La única condición que se impone, según estas tradiciones, es que cuando se adquiera el amuleto se tenga presente la intención que motivó a adquirirlo y que se lleve siempre consigo.
Por otro lado, al talismán se le adjudica la propiedad de canalizar energías positivas y excitar o reprimir los deseos sexuales. Son posteriores a los amuletos y fueron confeccionados con la alegada capacidad de influenciar los astros, las horas, los días, las deidades, los nombres, y deben ser fabricados individualmente, para cada persona en particular. Actualmente, los imanes, la “rosa escogida” y todo lo que pueda ser comercial se han convertido en una forma de talismán.
Es oportuno considerar que amuletos y talismanes son confeccionados con elementos fecales y residuales, para identificar la conexión entre los destinados a fines farmacéuticos concretos y la de aquellos reservados para actuar como antídotos ante los efectos de la magia. “Es un hecho cierto que los residuos expulsados por el cuerpo del Gran Lama son recogidos con sagrada complacencia para usarlos como amuletos e infalibles antídotos contra las enfermedades”, (Maltebrum, Universal Geography, voz “Thibet”, Filadelfia, 1832, vol. II, p. 45).
Se distinguen del uso cristiano de medallas, escapularios, crucifijos, agua bendita y de los objetos bendecidos, porque estos manifiestan una relación saludable con Dios cimentado en el conocimiento y la fe. Estos objetos sagrados no dan buena suerte, son signos manifiestos de esa relación con la Santísima Trinidad, única fuente de amor. En cambio, a los amuletos y talismanes se les atribuye poderes que intentan ubicar a Dios en un plano secundario, controlar los designios de Dios o simplemente a ignorarlo.
Parte esencial de estos es el valorar un objeto que alega tener alguna clase de poder. Esto se encuentra más asociado al efecto placebo. A esto se suman creencias y doctrinas paganas como la astrología. En tiempos recientes se han registrado nuevas prácticas con tatuajes de amuletos que alegan ser escudos protectores, incluso con la Virgen María.
La Iglesia de los primeros siglos y la ciencia médica del Imperio Romano no se expresaron ante el uso de estas artes curativas de origen supersticioso pues, el temor a la muerte y el insomnio causado por la ansiedad tienen que ser calmados de alguna forma, ya que atrasan, y pueden impedir, la curación.
No obstante, los amuletos y talismanes tienen un origen falso. No debemos dejarnos esclavizar por las emociones incontrolables causadas por el temor, ni las novedades impresionantes. Nuestros dones, esa capacidad de aprender, razonar y nuestra libertad para optar por la sabiduría, nos permitan superar estas tentaciones rodeadas de un ilusionismo vano.
(Francisco G. Arana Vélez | Profesor de estudios religiosos )