“Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”, (Jn 1, 14). Así San Juan Evangelista, lleno del Espíritu, comienza el Evangelio. No especificó que el Verbo se encarnó en las purísimas entrañas de la Virgen María, su madre, al 100 % porque era tan obvio que el acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios que traería la Salvación estaba revestido de la mayor dignidad y santidad.

Abraham y Moisés hablaban directamente con el Dios Padre y los Apóstoles caminaban con Jesucristo el Dios Hijo, pero ningún ser humano ha estado más cerca de Dios como María. Se llama así misma la esclava del Señor y es la primera cristiana. Las cosas son como son. María es 100 % madre de Jesús y Él es Dios Hijo, segunda persona de la Santísima Trinidad.

Una madre completa de principio a fin

Prueba total de su maternidad es que lo llevó dentro y lo parió. Migró con Él en brazos a Egipto y estuvo con Él durante su crecimiento y en su vida pública. También, durante su Pasión, Muerte y Resurrección. Y en Pentecostés y hasta en la Patria Celestial. Por ello, María, Madre de Dios, es un Dogma de fe.

¿Qué es un Dogma?

El Catecismo (88-90) explica que son “luces que iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen seguro”. Son verdades de fe propuesta -como materia obligatoria- por el Magisterio de la Iglesia al pueblo de Dios y que están contenidas (explícitas o implícitas) en la Revelación divina que se revela en la Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras o en la Santa Tradición. Cabe destacar, que la misma Biblia fue la Santa Tradición de aquel tiempo que se escribió.

María es la madre de Jesús; quien es íntegro y no puede separar su humanidad de su divinidad porque es 100 % Dios y 100 % hombre. Por lo tanto, María es madre de Jesús, Madre de Dios. ¿Acaso una mamá puede ser madre de la mitad de su bebé? ¿Acaso el Niño Dios dejó de ser niño en algún momento?

El Concilio de Éfeso, en el año 431, definió: “Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que, por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema”. Otra referencia es el Concilio Vaticano II. “Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades”, (Lumen Gentium, 66).

Son cuatro dogmas marianos que todo católico debe conocer, amar, promulgar con confianza y defender sin temor. Adicional al Dogma de María, Madre de Dios, se encuentran: la Inmaculada Concepción de María (Ineffabilis Deus, 1854); la Perpetua virginidad de María (Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 499); y la Asunción de la Virgen (Munificentisimus Deus, 1950). ■

Enrique I. López López
e.lopez@elvisitantepr.com
Twitter: @Enrique_LopezEV

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