(Ángela y Jenaro relatan testimonio matrimonial)
Un nacimiento luminoso con María, José y el Niño recuerda que la Sagrada Familia también vive en el ejemplo contundente de un matrimonio, como es el caso de Ángela del Carmen Oliveras Rivera y Jenaro Falcón Matos, quienes cumplirán 60 años de vínculo matrimonial el 1 de enero de 2020.
Si ambos pudieran dar atrás al tiempo, se volverían a casar; si tuvieran que casarse hoy mismo, también pactarían su amor sin pensarlo, sin temor o duda “40 mil veces más si fuera necesario”. Así lo dejaron claro Ángela y Jenaro. Entre retratos y anécdotas, abrieron las puertas de su hogar y sus corazones para hablar de su historia matrimonial llena de gratos momentos, bendiciones y dificultades. Esto para explicar que “esto es para la Gloria de Dios” y que “sí, el matrimonio es para toda la vida, hasta que la muerte nos separe”.
Providencialmente para la década del 50 las familias de ambos migraron de Morovis y Comerío, respectivamente a Cupey buscando un mejor porvenir. Se conocieron en la misa dominical que se celebraba en la Capilla San Agustín del barrio.
“Era bien tímido, iba por casa y le tenía miedo a mi papá”, dijo Ángela entre risas. “Me le acerqué a aquella chica tan bonita y con amistad genuina”, recordó Jenaro. De hecho, sus padres también se conocían por la misa y eso le facilitó las cosas a Jenaro, según aceptó con alivio. Vivieron un noviazgo de época, lleno de respeto, amistad y detalles.
La tarde del primer día de enero de 1960 pactaron su amor en santo matrimonio en la Capilla -hoy parroquia- Nuestra Señora de la Providencia de Cupey. Jenaro tuvo que decir: “Fue una alegría grandísima. Estaba por las nubes, no podía creer que esta distinguida dama fuera mi esposa”. Y sí, Ángela llegó tarde a la boda que se celebró en la misa dominical. “El sacerdote estaba histérico”, recordó.
Tuvieron ocho hijos, realmente fueron nueve, porque una falleció a días de nacida ya bautizada. Los criaron con fe, disciplina, valores, oración constante y mucho amor. Él trabajaba en equipo pesado y luego de chofer; ella trabajó de secretaria y luego se dedicó a criar a las tres hijas y cinco varones. “Siempre hemos rezado todos los días el santo rosario en familia, ahora solo nosotros dos, y asistido a misa con los hijos para inculcarles la fe y los valores. Aún en la escasez y en los momentos regulares nunca nos faltó nada porque Dios no nos abandonó. Hemos vivido exclusivamente el uno para el otro. Ella es la reina de este hogar. ¿Qué sería yo sin ella? Pero cuando se pone brava, yo me escondo”. Así lo dejó claro Jenaro tomando de la mano a Ángela al repasar tantos años juntos. Ángela dijo que “el tiempo pasó muy rápido”. A cada uno de los hijos se les formó en la fe con la importancia de la vida sacramental para edificar buenos cristianos y buenos ciudadanos, personas de bien. A veces iban a misa en dos grupos, siempre a pie a la Capilla del barrio.
Recuerdan cómo la casa fue creciendo por partes mientras la familia crecía en numero de integrantes. Sobre esto Jenaro dijo: “Le debía a cada santo una vela, pero gracias al Señor seguimos poco a poco”.
Ambos estuvieron muy activos en los grupos parroquiales, en la Renovación Carismática, la Legión de María y en Cursillos de Cristiandad. De hecho, Jenaro fue unos años Ministro Extraordinario de la Comunión y distribuidor de El Visitante en su Capilla.
A las parejas jóvenes que aún comienzan les dedicaron esta breve línea: “Son muchos años por delante, esto es hasta que la muerte nos separe; sin la fe todo se desploma. Siempre hay su cosita en el matrimonio”. Aprovecharon para presentar siete claves: Mucho amor, comunicación activa y constante, cuando uno habla el otro debe hacer silencio, la oración juntos, procurar siempre los detalles de afecto, la unidad familiar y formar a los hijos en la fe.
Hoy el matrimonio ora a diario y dan gracias a Dios por tanto y piden que haga Su voluntad en sus vidas, sabiendo que cualquier prueba la vivirán con el Sagrado Corazón de Jesús.
La séptima de sus hijas, Ester Falcón Oliveras, representando a sus hermanos explicó que sus padres le han dado verdadera cátedra porque “son un ejemplo de fe y de creer en Dios, de buscar soluciones a cada problema mediante el diálogo”. ■
Enrique I. López López
e.lopez@elvisitantepr.com
Twitter: @Enrique_LopezEV