Vivimos momentos en los que el tema de la salud y la solicitud de servicios en este renglón, debido a la pandemia actual, se han visto desbordados en varios países. No estamos en situación de normalidad que es cuando las personas se enferman de forma espaciada y pueden esperar al día de su cita con su médico. Sino todo lo contrario, nos encontramos ante una pandemia planetaria y universal que en sus comienzos se consideró como una epidemia localizada. Cuando hablamos de la pandemia COVID-19, estamos hablan- do del reto de cómo evitar el colapso de los hospitales ante la demanda por los servicios de salud que, en el caso de una pandemia, pueden llegar a ser muchas las solicitudes y sin control ante una realidad de recursos sanitarios limitados. No han sido pocos los esfuerzos de muchos países de procurar, a través del distanciamiento social, un espaciamiento de la demanda o, dicho de otra manera, que no se enfermen todos a la misma vez, de forma que, el hospital pueda atender la mayoría de los casos sin desbordarse.

Esta situación se ha convertido en una cuestión moral ya que se conoce que, en varios países no sólo han buscado espaciar la demanda por los servicios médicos, sino que han patrocinado una forma de descarte de los enfermos de la población de adultos mayores. En ocasiones, se recurren criterios y principios éticos de forma errónea. Es una nueva forma de eutanasia en tiempos de pandemia, o el segundo aborto, no ya en el vientre materno y sí en el vientre de una sociedad que en medio de una pandemia busca solucionar un problema grave de emergencia de salud, que exige atención para todos y, por decisión de unos pocos, busca imponer una forma sutil y disfrazada de, supuesta- mente, seleccionar a los más fuertes y descartar a los más vulnerables.

Se les niega a los adultos mayores el acceso a los ser- vicios en el hospital con todas las posibles tecnologías, como respiradores, poder ser examinados por el personal sanitario adiestrado y ser diagnosticados adecuadamente, sobre todo en la etapa inicial del contagio. Así como los defensores de la eutanasia, argumentan que por piedad es mejor realizar una acción concreta contra el enfermo que se encuentra sumido en el dolor y la depresión como una solución, olvidan proveer unos servicios de salud que atiendan digna- mente esta situación. El tema que nos atañe es lo que hemos llamado como la eutanasia en tiempos de pandemias un segundo aborto. En un documento publicado por la Sociedad Belga de Geriatría, en el cual se esbozan unas disposiciones a los médicos, hace referencia a los adultos mayores que sufren el COVID-19, identificándolos en categorías de fatal. Pero nos preguntamos, ¿no se pueden considerar situaciones fatales las que padecen los jóvenes? De hecho, las pandemias por lo general representan un grave riesgo para toda la población. La profesora Nele Van Den Noortgate, del Hospital Universitario de Gante, en la región flamenca, expresó: “Estos pacientes de edad avanzada con COVID-19 no podemos hacer nada más por ellos en los hospitales que proporcionar buenos cuidados paliativos, que también pueden tener en sus asilos. Llevarlos al hospital para que mueran allí sería inhumano.”

La recomendación se dirige también a las familias con pacientes que padecen problemas mentales, entre ellos los de Alzheimer, que se encuentran en una situación de salud débil o que se puede esperar que vayan a fallecer a lo largo de este año. Es un descarte par- tiendo de un disfraz piadoso.

En la Bioética existe el principio de Justicia Distributiva que hace referencia a una realidad que se vive en la capacidad de respuesta ante la demanda de los servicios de salud; los recursos son pocos y la solicitud de atención médica es mucha. Si consideramos la aplicación del Principio de Proporcionalidad, que es parte de la Ética Cató- lica, se entiende que hay obligación de conservar la salud y a recurrir a tratamientos, si es proporcional a la situación del enfermo si existen posibilidades reales de beneficio a la salud. No olvidemos, que dentro de la enseñanza moral católica siempre hay que brindar el cuidado paliativo al enfermo, aunque se encuentre en situación de muerte inminente, como son el respeto, la analgesia, la alimentación, la atención espiritual y emocional, el cariño, etc.

Si consideramos la situación actual que afecta a todo el mundo conocida como la pandemia COVID- 19, tenemos que se pensó inicialmente que sólo afecta a adultos mayores, pero no ha sido así. Actualmente, hay un amplio espectro de personas de diferentes edades afectadas que incluyen niños y jóvenes. Esta situación no es considerada por la Sociedad Belga de Gerontología y Geriatría al indicar a los médicos:

“…en caso de contagio por coronavirus de alguno de los ancianos no lo trasladen a un hospital, sino que privilegien la administración de cuidados paliativos en el mismo asilo”.

Se priva al adulto mayor el derecho a ser diagnosticado y a recibir tratamiento en esta situación de salud irregular. Lo que nos lleva a preguntarnos lo siguiente:

¿Es ético crear una lista de preferencia para el acceso a los servicios de salud? ¿Es justo atender la salud de un sector al que se privilegia por la edad?

Cuando hablamos de pandemias estamos ante de una situación de emergencia, incertidumbre y desconocimiento de alter- nativas farmacológicas y urge que iniciemos un proceso científico de investigación.

¿Es la atención médica un derecho hacia todos los afectados?

No estamos enfrentan- do una patología o enfermedad crónica de deterioro, sino una emergencia ante la cual todos somos vulnerables sin importar edad, raza y el nivel social.

¿Por qué se ha intentado y se ha promovido en algunos países descartar la atención a los adultos mayores utilizando el criterio de la edad solamente, sin una seria revisión médica?

¿Qué pensar de los adultos mayores que logra- ron superar la enfermedad y recuperar gracias a que fueron recibidos y atendidos en los hospitales, en con- traste lamentablemente, con los jóvenes que no recuperaron y murieron, inclusive personal sanitario que con edad joven han fallecido?

¿Es ético recurrir al Principio de Proporcionalidad para sustentar que no hay obligación de atender a los adultos mayores en esta pandemia porque es desproporcionado y no hay posibilidad de beneficio?

Al tomar en consideración este conflicto ético, la pensadora Adela Cortina afirmó que:

“No atender a las personas mayores o a las discapacitadas, por el hecho de serlo, es una discriminación inadmisible: Es inmoral y va en contra de la Constitución”. “Decir que el coronavirus mate sólo a personas mayores es una mentira y propagar mentiras es inmoral”, A forma de conclusión, podemos afirmar que la situación de la pandemia se ha convertido para algunas autoridades en el campo de la salud como una forma de proyectar alternativas de exclusión de los adultos mayores. Se ha creado una nueva forma de eutanasia sofisticada en momentos de pandemia o lo que llamo una segunda forma de aborto en donde le otorgan a los servicios de salud el poder excluir por razones de edad. Advertimos que es un pre- cedente muy peligroso que puede promover un rechazo a aquellos que dieron lo mejor de sí y que ahora deben ser respetados y atendidos. Realmente estamos ante la contradicción de la ciencia médica, en la cual se intenta prolongar la vida, pero de igual manera, no se sabe cómo atenderla y acompañarla. Se abandona aquello que se promulga recurriendo a los adelantos de la tecnología médica y la farmacología.

 

Dr. Juan Luis Negrón Delgado

Decano Artes y Humanidades en PUCPR

Para El Visitante

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