Bregar es el verbo de más uso en Puerto Rico. Tristemente, a veces para no llegar a nada. Hablo ahora de bregar los cónyuges para superar errores profundos. Hablo ahora directamente de cómo superar un adulterio, cuando, de una u otra forma, este resulta manifiesto. Hablamos del trabajo de ambos, no solo de la persona caída. Eso es lo primero: ambos deben entrar en el proceso. Aquí, más que nunca, aplicamos el ‘it takes two to tango”. Claro, el punto inicial es que el caído quiere salir y la persona herida quiere perdonar y pasar la página.
El primer paso lo da la parte caída. Son varios pasos: reconocer que fue un grave error; reconocer que cambió chinas por botellas; decidir esforzarse por romper con la otra parte; dar señales de reparar el error, y recuperar a la persona ofendida. Y desde luego, debe prepararse a aguantar presión, pues la parte ofendida entra en un sube y baja, un sí pero no, mostrar coraje, rechazar, reclamar… Es su primera penitencia: aguantar presión. Y saber que “el diablo es puerco”, y utilizará todo esto para animarle a abandonar el proceso.
La parte que decide cortar, una vez que le diga a la otra “nos equivocamos, esto no puede continuar”, va a experimentar o reclamos de esa parte, o la pena por el dolor de esa persona, o el cosquilleo de volver a comunicarse con ella. Debe recordar, pues, que el amor por pena mata. Y no es amor. Por eso, debe comprometerse con el cónyuge a total transparencia: si siento la tentación, lo digo; si caí en algo más, se lo confieso. Esta transparencia es capital en el matrimonio, mucho más en este momento de crisis.
Todos estos actos los realizas para convencer a la persona herida de que tu decisión es real. Pero lo mejor es cuando multiplicas las acciones que le den a entender a ella que la recuperas. Es el momento de comunicarse más, de buscar los momentos de compartir juntos. Recuerda que el mensaje recibido por la persona herida es que ella no vale, que hay otra persona mejor que ella, etc. Se trata ahora de que se reciba el mensaje contrario. Con todo debes estar preparado para los momentos de ‘flashback’, de fogonazos del pasado, que parece se vuelve al primer escalón después de haber subido varios. Es parte del aguantar presión.
La persona que está gestando su perdón debe recordar que el perdón no es un sentimiento. No me agrada decirle ‘te perdono’. El perdón es una decisión. Viendo el proceso del pecador que vuelve, y por lo positivo que antes habíamos vivido, por los esfuerzos sinceros y dolorosos que expresa el caído, yo decido abrirme al perdón. No es un loco perdonar, porque yo soy muy bueno. Hay algo positivo que nace: el caído está siguiendo el proceso de superación. Los sentimientos de dolor por lo sufrido pueden volver, el deseo de seguir preguntando por qué lo hiciste, cómo lo hacías, etc. puede volver. Tómalo como un mal pensamiento a rechazar. Tu decisión no es al aire: hay gestos que lo merecen. Cuando el Señor habla de perdonar setenta vece siete, no es un número, es una actitud de apertura a dar perdón, cuando se ve la razón para ello. Muy bonito lo expresaba una casada al decir “esto fue como un parto con dolores intensos y nuevos, pero cuando te traen al recién nacido en salud, te olvidas del dolor por la alegría.” Es lo que sucede cuando la persona caída nace como nueva criatura por su penitencia y humildad.
P. Jorge Ambert, S.J.
Para El Visitante
Que bello, Padre Ambert. Siempre espero su reflexión y espero poder llegar a Renovación. Que sea la voluntad de Dios.