El Espíritu Santo ha venido como el “consolador” prometido por el Hijo de Dios antes de su muerte y resurrección: “Les conviene que yo me vaya, porque mientras yo no me vaya el Protector no vendrá a ustedes. Yo me voy y es para enviárselo” (Jn 15, 7). Es en el día de Pentecostés, al terminarse los 50 días de Pascua, cuando “se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como persona divina. Desde su plenitud, Cristo, el Señor, derrama abundantemente el Espíritu”, según establece el Catecismo de la Iglesia Católica (Núm. 731). 

Pentecostés es el día en que plenamente se revela la tercera persona de la Santísima Trinidad y se perfecciona el misterio con la llegada del Espíritu Santo. “Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los “últimos tiempos”, el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no consumado” (Núm. 732). 

Por su parte, el YOUCAT (Catecismo para los Jóvenes) explica de manera más sencilla que Pentecostés es “la tercera fiesta más importante que se celebra en la cristiandad. Celebra el descenso del Espíritu Santo a un círculo de personas: los apóstoles, María, algunas mujeres y otros discípulos del círculo de amigos de Jesús”. 

El significado de la palabra “Pentecostés” se deriva del griego pentekostē, que significa ‘cincuenta’. Como se estableció anteriormente, con Pentecostés se culmina el tiempo pascual y se comienza litúrgicamente con el Tiempo Ordinario. 

Antiguamente, judíos iban a Jerusalén a celebrar con todo el pueblo la fiesta de Pentecostés. Monseñor Ramón E. Albino Guzmán, Asesor Nacional de la Renovación Carismática Católica (RCC) de Puerto Rico y párroco de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa de Aguadilla explicó a este semanario que “con esta celebración actualizamos y hacemos presente esa promesa de Jesús” de enviar en su nombre “el espíritu defensor, el paráclito, el abogado”. “Para nosotros como cristianos –añadió que la fiesta– es un volver a hacer presente en nuestras vidas la necesidad del Espíritu Santo en medio de la Iglesia. Si nosotros no reconocemos la presencia del Espíritu somos una Iglesia muerta. Si Él no estuviese dirigiendo a la Iglesia, ya hubiese pasado a los libros de la historia. Pero desde el principio el Espíritu se sigue haciendo presente en medio de todos los hombres”. 

“No podemos ver la fiesta de Pentecostés como algo exclusivo de la Iglesia”. Así continuó el sacerdote su explicación sobre este acontecimiento importante para nuestra vida de fe, a lo que agregó que “el Espíritu Santo es para toda la creación”, incluyendo por su puesto para el hombre. 

Pentecostés es también un envío, pues en el evangelio de Juan, Jesús saluda a sus discípulos diciendo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, así los envío yo también” (Jn 20, 21). En respuesta a esto, Mons. Albino expresó que en el momento en que los apóstoles de Jesús reciben el Espíritu Santo, “ellos pierden el miedo y comienzan a anunciar con valentía a Jesús, que murió en la cruz y que resucitó. El Espíritu Santo anima a la Iglesia; viene a quitar los temores y darnos la seguridad para continuar la obra de Dios”. Es decir, nos entrega al Espíritu consolador para que “con la fuerza que viene de lo alto” podamos realizar nuestra misión como Iglesia. 

Por otra parte, es importante mencionar que en la oración antigua de la Iglesia conocida como “Secuencia de Pentecostés” podemos encontrar que es una invitación al Espíritu Santo a renovarnos como personas y llenarnos del gozo que sólo Dios, uno y trino, puede darles a sus hijos. En esta oración además se le solicita con amor, pero en desespero, al Espíritu que sea para nosotros luz, consuelo, descanso, fortaleza, sanación, guía, dador de dones y alegría para nuestras vidas. 

San Juan Pablo II, haciendo eco del Concilio Vaticano II lo ha manifestado: “El Espíritu Santo es la fuente y el motor de la renovación de la Iglesia de Cristo”. Por eso, la Renovación Carismática Católica promueve ese “bautismo en el Espíritu”, es decir un nuevo nacer como cristianos. 

Cuenta la historia que la RCC comenzó para 1967 cuando un grupo de jóvenes universitarios en Pittsburgh, Pennsylvania se reunió para orar y pedirle a Dios que les diera la oportunidad de experimentar la gracia del bautismo y la confirmación, teniendo así una experiencia transformadora que fue difundiéndose por parroquias e instituciones católicas en los Estados Unidos. La Renovación llamó mucho la atención de la Iglesia hasta que líderes del movimiento se reunieran con el Papa Pablo VI y el Papa Juan Pablo II en varias ocasiones. Este movimiento es un colectivo de diversas personas de todas las edades y está presente en más de 238 países. Anualmente, en Puerto Rico se reúnen al menos una vez para realizar la Vigilia de Pentecostés que este año se realizó de manera independiente en cada una de las seis Diócesis de la Isla. 

Jorge L. Rodríguez Guzmán 

j.rodriguez@elvisitantepr.com 

Twitter: jrodriguezev 

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