Saben aquel del que, confesándose, pregunta: Padre, todo el día escucho voces que me prohíben cosas, me exigen hacer otras, ¿estoy poseso, Padre? Contestó el sacerdote: No, hijo, estás casado. Claro, los chistes (hasta ahora) solían recaer sobre la mujer. Las feministas los dicen al revés. En el fondo está el pensamiento expresado en “el matrimonio es una carga”, “el matrimonio es la tumba del amor”, “es la única guerra en que duermes con el enemigo” o la antigua picante canción en que la mujer “ni de madera son buenas”.
No se puede negar la realidad del dolor en toda relación humana. Ningún ser humano llenará todas tus expectativas, y menos aún si eres un Ptolomeo que te sientes el centro del universo, a quien se le debe todo. El Nabucodonosor ante cuya estatua se arrodillan. Pero eso solo lo dice el Apocalipsis respecto de Jesús y la divinidad: “A él todo honor, gloria y alabanza…”. Atención, lo que hay en el paquete no es solo lo desagradable, lo que encontrarás con este, o con esta, o con la próxima pareja que busques. Porque en verdad “eso es lo que hay, o lo que trajo el barco”.
¿Pero por qué no te enfocas en la parte positiva que también trajo el barco? En los momentos románticos de sentir una compañía profunda, uno(a) que vive atento(a) tus necesidades, el momento de la entrega sexual que, entendida así “como entrega” aporta el gozo de lo material o lo espiritual. En la canción se nos recuerda “cuenta tus bendiciones”. Trae a la mente también la lista de los regalos propios de esta relación.
- Saber que por tu lealtad tendrás a tu lado a la persona que te considera el número Uno. Será tu primer médico, consejero, chef, compañero en risas y lágrimas. Y que los demás serán el 2 ó el 3, más nunca el 1.
- La alegría de llegar a lo más profundo de lo que debe ser un amigo(a): quien conoce tus sueños, tus defectos, es persona fiel a ti, pase lo que pase.
- Alguien con quien comentar tu impresión de los acontecimientos y te la escucha; alguien con quien pelear y desahogar tus malos humores, para sentir luego la reconciliación y el perdón.
- Alguien quien, si por algún error tardas o llegas totalmente fuera de tiempo a la casa, está dispuesto(a) levantarse para que comas algo caliente antes de irte a la cama.
- Saber que en tu enfermedad o depresión querrá estar a tu lado.
- Alguien que también respetará tus deseos de compartir con amigos(as), o permitirte el tiempo libre que te llena.
Como ves, la lista puede ser larga. Y me dirás que eso es lo ideal. Así es. Pero está a tu mano si lo entiendes y lo trabajas. Es el regalo de la relación. Más es como el mejor carro: si no lo cuidas, ni lavas, ni atiendes a los cambios mandatarios, pronto se te convertirá en chatarra. Es cuestión de exclamar como Martí, aplicándolo a tu pareja: ¡Nuestro vino es amargo, pero es nuestro vino! O como en la parábola del perro muerto y descompuesto en el camino. Todos se alejan por no aguantar la peste. Pero el Rabí de Galilea lo mira y exclama: “¡Qué blancos y qué limpios tiene los dientes!”.
El matrimonio perfecto no existe. La persona ideal búscala en las novelas rosas. Para eso lee mucho a Corín Tellado. Las personas reales, sin ser divinas, producen momentos luminosos como relámpagos en un cielo nublado. De que los hay, los hay; pero hay que buscarlos. O sacarlos a flote con tu trabajo y paciencia. ¡Y eso también es lo que hay!
P. Jorge Ambert Rivera, SJ
Para El Visitante