Anunciadores de alegría y perdón
Puerto Rico cuenta con cuatro misioneros de la Misericordia. Esto luego que el Santo Padre convocó y envió misioneros de todo el mundo como parte del Jubileo Extraordinario de la Misericordia que se celebró el año pasado en la Iglesia Universal. Los cuatro misioneros de la Diócesis son: Mons. Ramón E. Albino Guzmán, P. Ángel Luis Ríos Matos, P. Gustavo Torres Vega y P. Edgardo Acosta Ocasio. El Jubileo culminó, pero la misión de los misioneros continúa.
En esa ocasión se enviaron 1,200 misioneros de todo el mundo, aproximadamente 900 de ellos estaban en Ciudad Vaticano, incluyendo a los cuatro puertorriqueños. “Fuimos los únicos de Puerto Rico, los cuatro de la Diócesis de Mayagüez. El Papa confió a los misioneros la potestad de poder absolver ciertos pecados reservados a la Sede Apostólica”, detalló Padre Edgardo.
Amplitud del perdón
Los misioneros de la misericordia cuentan con la autoridad para absolver cuatro pecados graves reservados a la Sede Apostólica: (1) la profanación de las especies sagradas (pan o vino consagrado) robándolas o guardándolas para algún propósito sacrílego; (2) atentar o utilizar fuerza física contra el Sumo Pontífice; (3) revelar el sigilo sacramental, el secreto de confesión; y (4) la absolución de un cómplice de pecado. Esto, como versa la Bula Misericordiae Vultus, “para que se haga evidente la amplitud de su mandato. Serán, sobre todo, signo vivo de cómo el Padre acoge cuantos están en busca de su perdón”.
Por su parte, Padre Ángel Luis explicó que estos pecados además de constituir pecado grave, constituyen delito a tenor con la Ley de la Iglesia. “El Papa en búsqueda de hacer más asequible el perdón y la misericordia instituyó los misioneros para que puedan practicar la misericordia. Ejercemos el ministerio en nombre de Dios, de la Iglesia y del Santo Padre”, articuló el también Vicario Judicial.
Misiones de esperanza
Aunque los cuatro misioneros son de la Diócesis, esto no los ha limitado a extender su llamado a otras diócesis dentro y fuera de Puerto Rico. Así lo dejó claro Mons. Albino quien ha tenido la oportunidad de participar en misiones y retiros en Puerto Rico y República Dominicana. El Vicario de Pastoral indicó que en la Diócesis el trabajo ha sido intenso con nueve misiones en el tiempo cuaresmal y tres en tiempo de Pascua. En cada una de las misiones los sacerdotes presentes ejercieron su ministerio con el Sacramento de la Confesión y el acompañamiento.
“En las misiones se acercaron muchos que no se confesaban hace años. Pudimos observar la alegría y el gozo de la gente al sentirse amados por Dios y por la Iglesia. En ese sentido, llevamos ese mensaje de esperanza, compasión y amor a los que se sienten abatidos y agobiados, como llama el Evangelio de Mateo 11”, detalló el Vicario de Pastoral.
El envío del Santo Padre fue extendido y continúan siendo misioneros de la misericordia, esto de manera indefinida. Además, los misioneros han sido convocados nuevamente para el Domingo de la Misericordia en el 2018 en Roma, Italia para tener 3 días de estudio.
Tiempo de misericordia tras huracán
Para Padre Edgardo, a pesar del desastroso paso del huracán María y la crisis posterior que ha generado tristeza y dolor, también es tiempo de esperanza, fe y misericordia. “El huracán nos devastó no solo en pérdida de vida y pérdidas materiales, colapsaron las comunicaciones, los servicios esenciales de agua y luz eléctrica. También en medio de esta crisis hemos contemplado signos de lo que es el alma del pueblo que tiene en su raíz en el Evangelio y los valores como la misericordia”, expresó. Se pudo contemplar el reencuentro familiar, la fraternidad de los vecinos, el pasarse las extensiones eléctricas, abrir camino juntos, estar dispuestos a la solidaridad en la escasez, según explicó, “esto es la misericordia”.
Finalmente, P. Ángel Luis destacó que lo importante es descubrir que Dios se manifiesta aún en medio del tiempo tormentoso. “El huracán nos puede derribar momentáneamente, pero nosotros estamos llamados a ganar la batalla final. La esperanza, la fe y el deseo de lucha de un pueblo no puede amilanarse por las crisis. No podemos salir huyendo. Llevamos aproximadamente 15 tormentas en esta temporada, dos nos tocaron. No somos una Isla más bendecida porque 13 de ellas no nos tocaron; no hemos perdido la bendición por estas dos. Hay que reflexionar en las consecuencias de la situación ecológica y el calentamiento global. Con tormenta o sin tormenta creemos en el amor y la misericordia. Por eso la CEP, en la Carta Pastoral: Derribados, pero no aniquilados, nos recalcan que jamás podemos perder la esperanza”, concluyó.