Enseñar al que no sabe es una de las obras de misericordia espirituales y una tarea que crea un vínculo especial con Jesús Maestro. Esta es, justamente, la tarea que, como apostolado y respuesta a una llamada especial de Dios, realiza Ly Ann Rosary Febles Rivera hace 3 años en la Parroquia Santísima Trinidad del municipio de Ponce. Ly Ann tiene 31 años de edad y es la segunda de 4 hijos que nacieron en el seno de una familia católica en la que recibió su primera catequesis.

Durante la pandemia, surgió la necesidad de nuevos catequistas en la parroquia y a Ly Ann le hicieron la invitación personalmente. “Cuando nos hicieron el acercamiento ya lo tenía claro, lo iba a hacer”, dijo en entrevista con El Visitante. “Yo sabía que estaba respondiendo a un llamado de Dios, que si no decía que sí iba a fallar a algo que Dios me estaba pidiendo hace un tiempo”, añadió. 

Ly Ann entiende que los cristianos “tenemos la responsabilidad de enseñar y compartir la fe”. En su caso, además de lo aprendido en su hogar, se trataba de lo que había venido aprendiendo y profundizando desde los 14 años cuando empezó a participar de la Pastoral Juvenil Trinitarios Oasis.

Algo en su corazón le despertaba el deseo de catequizar: “Yo siempre había visto que hay niños que crecen en hogares donde ni siquiera se menciona a Dios”.

Asimismo, expresó que no es tarea fácil la del catequista, pero que le ha ayudado a crecer en la fe, a ir ejercitando la prudencia y a estar más consciente de vivir de forma coherente. “Tengo que ser mejor persona porque hoy día Dios me ha utilizado para ser ejemplo de esos niños, y ellos me ven por ahí y no van a ver solo a Ly Ann, van a ver a su catequista, y yo lo que quiero que vean cuando me miren es a Dios”, insistió.

En este sentido, dijo que se trata de estar en un proceso continuo, no solo de formación, sino también de conversión. Por eso, al mirar su historia reconoce que: “el cambio que va produciéndose en mí como catequista, viene dándose hace mucho tiempo, como si Dios me hubiese venido preparando. Ahora mi alegría es estar ahí para los niños” y ser parte de “ese primer abrazo fulminante con Cristo que se da a ellos en la Eucaristía”.

Para Ly Ann importa sembrar la semilla y confiar en que Dios la hará germinar en el corazón de los niños, sin buscar ningún protagonismo. Ve la acción de Dios en los niños, pero también en ella al descubrir que va recibiendo las capacidades para llegar más a ellos y preparar un encuentro de acuerdo a sus necesidades: “sus vidas van cambiando, pero también cambia la mía”.

Finalmente, Ly Ann consideró oportuno exhortar a los padres a “que lleven a sus hijos a la catequesis porque eso no es una escuela más” y lo que allí aprendan y vivan les servirá para el resto de sus vidas.



Vanessa Rolón Nieves

Para El Visitante

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