La Pascua es la gracia de la vida, vida resucitada, pero sólo podremos acogerla si nos encontramos con quien ha vencido toda muerte, también la nuestra. Sin tomar conciencia de nuestra sed, de nuestra oscuridad y de nuestras muertes, Dios no podrá regalarnos su agua, su luz y su vida. Porque no hay curación más imposible que la del enfermo que ignora su mal: su mezquina actitud es su mismo desahucio.
En este domingo, Dios nos dirá que tiene otro modo de ver las cosas… Lo que para los demás era la muerte de Lázaro, para Jesús era un sueño. Este era el diferente modo de ver las cosas: la muerte como terrible e inapelable desenlace o la muerte como sueño del que es posible despertar. Jesús responderá a la muerte pronunciando sobre ella su palabra creadora de vida: «Lázaro, ¡sal fuera!». Frente a todos los indicios de una muerte de cuatro días, Jesús llama a la vida a salir de la muerte.
Y aquella tremenda y desafiante pregunta que hizo a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida, ¿crees esto?», será la que nos hará a nosotros ante el drama y el aturdimiento de todas nuestras muertes: los egoísmos, las tristezas, los rencores, las envidias, las injusticias, las frivolidades, las desesperanzas… «Yo soy la resurrección y la vida… ¿crees esto?». Vivir la cuaresma es reconocer estas muertes cotidianas que nos entierran en todos los sepulcros en donde no hay posibilidad de vida, ni de amor, ni de esperanza, ni de fe.
Hay que sollozar conmovidos por nuestras situaciones mortecinas, hay que dolerse de todos nuestros lutos inhumanos… y desde todos ellos, esperar el algo más que Dios en Jesús nos concede: desde la oscuridad de todos nuestros sepulcros, poder escuchar la voz creadora del Señor que nos llama a salir del escondrijo de la muerte: ¡sal fuera! ¡sal al amor, a la paz, a la justicia, al perdón, a la alegría, a la vida, a Dios!
Escuchemos la voz de Jesús que, con el poder de Dios, nos dice: «Sal afuera. Sal de esa tumba que tienes dentro. Sal. Yo te doy la vida, te doy la felicidad, te bendigo, y te quiero para mí». (Papa Francisco)
Padre Obispo Rubén González
Obispo de Ponce