Uno de los derechos fundamentales de las personas, es el derecho al trabajo. Es un derecho y a la misma vez un deber. En Génesis (2, 15) en su relato de la creación establece que Dios dejó al hombre y a la mujer en el Jardín del Edén para que lo labraran y cuidaran. Es pues el trabajo una de las actividades propias de ser hombre. El trabajo, nos dice el Catecismo (378), “es la colaboración del hombre y de la mujer con Dios en el perfeccionamiento de la creación visible”.     

El trabajo en sí mismo dignifica al hombre, porque le permite utilizar sus capacidades en beneficio de su familia, su comunidad y la sociedad. En sus alocuciones y catequesis, el Papa Francisco ha definido al trabajo como algo sagrado. Mediante el trabajo, nos dice el Papa, el hombre “expresa su dignidad de ser creado a imagen de Dios”. Pero también en el entorno económico en que vivimos el trabajo se convierte en medio de procurarse el sustento. En este escenario, el trabajo como actividad económica significa la oportunidad de lograr llenar las necesidades básicas y alcanzar un estilo de vida. Este hecho, que dependamos del trabajo para lograr cubrir nuestras necesidades, tanto económicas, como de interacción social, no hace menos importante la espiritualidad del trabajo, que la Iglesia nos muestra en su Doctrina Social.

La primera encíclica dedicada exclusivamente a los asuntos sociales y su interrelación con nuestra fe y doctrina, la Rerum Novarum (1891), intenta dirigir la atención de la Iglesia y sus miembros hacia las condiciones de trabajo y los deberes del capital y el trabajo como medios de producción. El Papa León XIII, redactor de esta carta, establece que el capital y el trabajo en colaboración con el gobierno y todos los ciudadanos tienen la responsabilidad de garantizar condiciones de vida dignas y justas. Sin duda esta carta marcó una nueva enseñanza de la Iglesia: como cristianos debemos iluminar las realidades sociales con los principios evangélicos.

La realidad social de fines de Siglo XIX analizada en la Encíclica Rerum Novarum, ha cambiado dramáticamente, pero en el mundo del trabajo aún persiste una necesidad de eliminar los conflictos en el mundo laboral. El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia nos dice (279): “los progresos científicos y tecnológicos y la mundialización de los mercados, de por sí fuente de desarrollo y de progreso exponen a los trabajadores al riesgo de ser explotados por los engranajes de la economía y por la búsqueda desenfrenada de la productividad.”   La Iglesia nos invita a promover condiciones dignas para todos los trabajadores y reclama para éstos condiciones que no conduzcan a abusos, justa remuneración, subsidios adecuados para los trabajadores sin empleo y sus familias, derechos de seguridad social para enfermedades, accidentes, jubilación y reclama el derecho a que los trabajadores utilicen la huelga como mecanismos para reclamar sus derechos laborales. 

La Doctrina Social reclama, además, que la mujer tiene derecho a participar del mundo laboral, sin ser objeto de discrimen. La incorporación de la mujer al mundo del trabajo requiere proveerle igualdad en oportunidades educativas y políticas de empleo que le faciliten lograr un balance adecuado entre la vida familiar y laboral. Este balance entre vida familiar y laboral no es necesario solo para la mujer trabajadora, sino también para el hombre, ya que existe una fuerte interrelación entre la vida familiar y el trabajo, (CDSI, 294). 

El desempleo es una afrenta a la dignidad de las personas y de las familias. La Doctrina Social nos enseña que la falta de trabajo crea tensiones y crisis que influyen negativamente en el bienestar material y espiritual de las familias. Un sistema económico que no pueda proveer empleo a sus ciudadanos tiene como consecuencias la existencia de males sociales, como la criminalidad, pobreza, etc.

Nuestra fe nos guía a conceptuar el trabajo como un deber, parte de nuestra esencia y naturaleza, una exigencia de orden divino, pero además como un derecho que debemos tutelar. El trabajo es comunión con Dios y con nuestros hermanos, no es exclusivamente un medio de subsistencia, como tampoco es exclusivamente una medida de nuestro valor para la sociedad. Nuestro trabajo debe ser ante todos nuestra ofrenda diaria a Dios, orientada hacia el bienestar de nuestra sociedad.  

(Puede enviar sus comentarios al correo electrónico: casa.doctrinasocial@gmail.com)

Nélida Hernández

Consejo de Acción Social Arquidiocesano

casa.doctrinasocial@gmail.com

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