El pasado 29 de abril se conmemoraron los 21 años de la beatificación de Carlos Manuel Cecilio Rodríguez Santiago realizada en Roma por San Juan Pablo II en el 2001. Y precisamente, un 4 de mayo de 1919 fue bautizado en la Catedral Dulce Nombre de Jesús de Caguas. Hoy recordamos a “Charlie”, como le decían sus amigos, como alguien cercano, acogedor, gran amigo y fiel católico. El Visitante tuvo la oportunidad de dialogar con Pablo E. Negroni y Norma Díaz, miembros del Círculo Beato Carlos Manuel que se dedica a promover la devoción y proceso de canonización del único beato puertorriqueño al momento, para conocer las virtudes y dones de Charlie como modelo de santidad laical.
“Su identidad y celo cristiano, acompañados por su espíritu evangelizador y renovador, hicieron de Carlos Manuel un laico en salida misionera a través de visitas, diálogos, reflexiones, cartas y su vida sacramental. Su testimonio de fe y su vivencia eclesial le llevaron a abrazar las bienaventuranzas…”, expresó la Conferencia Episcopal Puertorriqueña (CEP) en una Carta Pastoral el pasado año por el vigésimo aniversario de beatificación de Carlos Manuel. Y es que el cagüeño se dedicó a hacer desde la cotidianidad el siguiente mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, con toda tu alma, y con todo tu espíritu. […] Y al prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 37-39).
Nunca quiso tomar protagonismo
“Era una persona normal y eso lo hizo extraordinario”, comentó Norma Díaz, quien añadió que Carlos Manuel tenía la capacidad de acoger a las personas como un amigo, sin tomar aires de gran persona. Norma tuvo la oportunidad de conocerlo y compartir con él por un tiempo en el Centro Universitario Católico de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Cuenta que luego sirvió activamente por algunos años en la Pastoral Universitaria por “influencia de Charlie”, al mismo tiempo que era catedrática. “Charlie no solamente nos ayudó a profundizar en lo que era la Iglesia y los sacramentos, sino que la vivencia era compartida”. Lo que promovía también lo convertía en vivencia y estilo de vida. Así lo inculcaba en los demás. “Imitó a Cristo y con su vida dio testimonio perseverancia, altos ideales, sacrificio y entrega”, agregó Pablo Negroni.
Charlie acogió el sufrimiento y el dolor de su enfermedad de colitis ulcerosa desde la fe. “No se amilanó, sino que buscó responder a la vida con valentía y seriedad. […] A pesar del sufrimiento que esto le acarreaba, con paciencia y confianza en la misericordia de Dios, seguía hacia adelante abrazando su proyecto de vida y desarrollando sus talentos para servir a Dios y a los demás” (CEP).
Fue y continúa siendo un testimonio de fe y vida apostólica. Le era bien entendido el mandato de Jesús: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos”. Sin importar qué o cómo se sentía de salud, salía a servir, evangelizar y enseñar. “Vivió el Evangelio con alegría y esperanza; se hizo testigo de una Iglesia en salida misionera. ¡Cuánto se nos adelantó a nuestro tiempo! Así fue y es protagonista, modelo y testigo para jóvenes y profesionales que buscan a Jesús y quieren renovar a su Iglesia con espíritu sinodal misionero” (CEP).
Alegre, fiel y testigo
El beato dedicó su vida a la evangelización y la liturgia porque tenía “conciencia bautismal, identidad y sentido de pertenencia a la Iglesia de Cristo”. Configuró su vida “al estilo de Jesús y con las cualidades de San José. […] En san José y la Virgen María, Carlos Manuel Cecilio se deleitaba para colmar su corazón de alegría y de esperanza” (CEP).
Por su parte, Pablo Negroni expresó que Carlos Manuel “es modelo de catequista de la dulce y confortadora alegría de evangelizar. Predicar el evangelio era la tarea que el Señor Jesús encomendó a sus discípulos – y también a Charlie –. Respondió al llamado de Dios viviendo en plenitud el bautismo”.
“Hizo de sí mismo un apóstol alegre, un radiante testigo y joven maestro ejemplar que, desde el mismo seno familiar, en su comunidad parroquial y en diversas facetas de su vida social, amó a Dios sobre todas las cosas, como también, a sus hermanos y a su pueblo. Por lo cual, hoy Carlos Manuel, es nuestro testigo y acompañante de la Nueva Evangelización” (CEP).
“Vivió la santidad evangélica y vida auténtica en el seguimiento de Cristo. Su verdadera misión fue conocer a Cristo y darlo a conocer, amar a Cristo y hacerlo amar. […] La liturgia para él era su carisma. Era un verdadero apóstol de la liturgia”, resaltó Negroni, quien también destacó la “fiel y constante obediencia a la jerarquía de la Iglesia y la doctrina de la fe” que tenía Charlie.
“De aquí como el coquí”
Carlos Manuel es el primer puertorriqueño oficialmente reconocido por la Iglesia Católica como testigo vivo de la fe y ejemplo de santidad para todos los cristianos, pero aún más para los puertorriqueños. Por eso, el arzobispo Metropolitano de San Juan, Mons. Roberto O. González Nieves, OFM, puntualizó en su momento que con esta beatificación “el alma puertorriqueña entró en la eternidad de Dios”. Finalmente, Norma Díaz hizo un llamado a promover más su causa y devoción, a conocerlo más como modelo de santidad para acercarnos a Jesucristo resucitado y glorioso. El llamado también lo hizo a los obispos y presbíteros puertorriqueños a hacer todo lo posible para que Puerto Rico tenga su primer santo “de aquí como el coquí”, porque los boricuas “necesitan la canonización, necesitamos esa inyección espiritual”.