Nos describe la 1ra lectura de los Hechos de los Apóstoles las vivencias de la primitiva comunidad cristiana, que se reunía en torno al misterio de Cristo Resucitado.
Comenzamos el Libro del Apocalipsis, que nos relata, en forma simbólica, el triunfo de Jesucristo sobre las fuerzas del mal.
El relato del Evangelio de San Juan sobre la Octava de Pascua es el mismo todos los años, ya que San Juan es el único que nos lo cuenta.
San Juan Pablo II nos popularizó la fiesta del Domingo de la Misericordia, y tuvo la dicha de morir cuando ya la Iglesia había comenzado a celebrarla. La misericordia del corazón de Jesucristo es tan grande, que no la muerte pudo detener los latidos de ese corazón. Pero veamos las lecturas…
Como mencionamos en el Domingo de Pascua, todas las primeras lecturas, tanto las dominicales como las feriales (las de semana), son de los Hechos de los Apóstoles, ya que toda la acción apostólica y de la primitiva Iglesia giraba en torno al misterio de la Resurrección del Señor. Mientras que en Evangelio de San Juan Jesucristo nos dice que la hora de su gloria es la Cruz, en los Hechos vemos a los Apóstoles predicando que la Gloria de la Jesucristo es su Resurrección. Este mensaje, conocido como Kerigma, es tan poderoso, que logra convocar en torno a sí la primitiva comunidad de los creyentes, la primitiva Iglesia.
¡Ay el libro con que nos meten tanto miedo, el libro del Apocalipsis de San Juan! Es bueno que nosotros los católicos aprovechemos este tiempo pascual, Ciclo C, para conocer este libro al cual nos referiremos en las segundas lecturas durante la Pascua. Este libro, lejos de meternos miedo y predecir un fin del mundo tremebundo, los que nos relata es el triunfo de Jesucristo sobre todos sus enemigos, sobre todo, el demonio y la muerte. Jesucristo resucitado se le aparece a San Juan Evangelista para que escriba una carta a las 7 iglesias de Turquía, para darles esperanza en la persecución por el hecho de que Él venció la persecución.
San Juan Evangelista es el único que nos relata la 3ra aparición de Jesús, la que hizo a los ocho días de haber resucitado. Tenemos que ver toda la narrativa de San Juan: es el único que nos menciona que el corazón de Cristo muerto fue traspasado por la lanza del soldado, es el único que nos habla de la llaga del costado, el único que nos dice que Tomás no estaba con los Apóstoles el día de la Resurrección y el único del relato de hoy. Si nos ponemos a pensar, debe ser espeluznante el momento en que Cristo le ofrece a Santo Tomás que meta ¡toda su mano! en la herida del costado. Si lo hubiera hecho, la mano de Tomás habría tocado el corazón traspasado de Jesucristo, pero un corazón que seguía latiendo. Y es que el corazón misericordioso de Jesucristo no tiene muerte porque ese corazón es la misericordia y el amor encarnados, y el amor no tiene muerte.
Padre Rafael Méndez
Para El Visitante