Homilía Rito de Admisión a las Sagradas Ordenes,

A la Institución del Ministerio del lectorado e inicio de las clases

en el Seminario Arquidiocesano

    en la Parroquia Corazón de María

12 de agosto de 2016

Mons. Roberto O. González Nieves, ofm

Arzobispo Metropolitano de San Juan

Queridos hermanos y hermanas:

Bienvenidos a esta Iglesia de Corazón de María. Esta Iglesia atestigua hoy mucha alegría. Hoy dos seminaristas reciben la admisión a las sagradas órdenes: Wilfredo Daniel Toyéns Maldonado y Fernando Rafael Colón Gutiérrez; tres seminaristas: Ernesto González González, José Gabriel Corazón López y Gerardo Enrique Olivera Hernández reciben el ministerio del lectorado. También contamos con la presencia de los seminaristas que acaban de iniciar el año académico de formación y discernimiento vocacional en el Seminario de nuestra Arquidiócesis.

 

A: Rito de Admisión a las Sagradas órdenes:

 

Hace algunos días, conforme lo establece la Iglesia, Wilfredo y Fernando, de su puño y letra, pidieron ser admitidos a las Sagradas órdenes del diaconado y del sacerdocio. Este servidor, luego de escuchar el parecer de sus formadores, aceptarán públicamente su solicitud. Implicando esto, que en ellos damos un reconocimiento oficial de los primeros signos positivos de una vocación al diaconado.

Wilfredo y Fernando, es sabido que el rito de admisión no da un derecho al diaconado y al sacerdocio. Aún la formación sigue, el discernimiento continúa y el proceso de maduración seguirá su curso. De seminaristas aspirantes a las sagradas órdenes, se convierten en candidatos a las mismas sujetos al proceso de formación.

Ustedes, dentro de poco manifestarán ante el pueblo Santo de Dios su deseo de consagrar sus vidas al servicio de Dios y de los fieles. Con esto, ustedes se reafirman en su deseo de seguir preparándose para ser servidores y ministros del evangelio de Cristo. Una vez, Wilfredo y Fernando, leí de San Agustín que cuando se quiere edificar un edificio bien alto, los fundamentos deben ser más profundos. Es decir, a mayor altura, mayores cimientos. Esto mismo sucede con quien quiere servir a Dios mediante el sacerdocio, que es un ministerio de toda una vida, un ministerio de muchos sacrificios y, a modelo de Cristo, de humildad, de desprendimiento, de alegría, amor, ternura y compasión por los demás. Ser un sacerdote a imitación de Cristo, requiere mucho, requiere cimientos fuertes para que perdure, para que la erosión de los vientos que soplan en contrario no lo derive, para que los “jamaqueos” de las pruebas y de las crisis no lo desplomen. Recordemos, que la fortaleza de un edificio no está en su altura, sino en sus cimientos.

Por los pasados años han comenzado a dar cimientos a un posible ministerio sacerdotal; hoy se reafirman en intensificar sus esfuerzos para ser sacerdotes con los cimientos de Cristo. Los animo a seguir adelante en su formación. Vale la pena. Dios da la fuerza y el Espíritu Santo la alegría y la valentía.

 

  1. Lectorado:

 

Hoy, los seminaristas Ernesto González González, José Gabriel Corazón López y Gerardo Enrique Olivera Hernández serán instituidos al ministerio del lectorado. Darán voz a la Palabra de Dios y al así hacerlo, anunciarán la Buena Noticia de la Salvación a las personas. Esto es algo muy emocionante. Ser la voz de la Palabra de Dios, de la Palabra que salva. Por la Palabra Dios ha creado al mundo; con su Palabra llamó a Abraham; le habló a Moisés, a los profetas; serán la voz de una Palabra que es vida como dijo Jesús: «Está escrito: El hombre no solo vive de pan sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4, 4); Y, como nos dice Juan, una Palabra que es luz verdadera (Jn 1, 9) y que en Jesús se hizo carne (Jn. 1-14)

Y, no solo estamos llamados a dar voz a la Palabra de Dios, sino a la ternura de Dios, a la Misericordia del Padre, a los gestos del Pastor; dar voz al perdón de Dios, a su mensaje de Paz.

 

  1. Inicio de clases

También, mediante  esta Santa Misa damos gracias a Dios  por el inicio de un nuevo año académico y de formación en el seminario. Oramos por nuestros seminaristas con la misma energía que oramos por los formadores, por los directores espirituales,  por los profesores, por las personas que laboran en el seminario y por las personas que hacen posible la formación de nuestros seminaristas.

Cuando el Papa Francisco estaba hace unas semanas en Polonia en ocasión de la JMJ, celebró una misa con los sacerdotes, religiosos, religiosas, consagrados y seminaristas polacos. Entre sus profundas palabras, quiero destacar las siguientes: “Jesús envía. Él desea desde el principio que la Iglesia esté de salida, que vaya al mundo. Y quiere que lo haga tal como él mismo lo ha hecho, como él  ha sido mandado al mundo por el Padre: no como un poderoso, sino en forma de siervo (cf. Flp 2,7), no «a ser servido, sino a servir» (Mc 10,45) y llevar la Buena Nueva (cf. Lc 4,18); también los suyos son enviados así en todos los tiempos. Llama la atención el contraste: mientras que los discípulos cerraban las puertas por temor, Jesús los envía a una misión; quiere que abran las puertas y salgan a propagar el perdón y la paz de Dios con la fuerza del Espíritu Santo.”

El seminario no debe parecerse a un lugar cerrado, escondido, inaccesible, tipo burbuja social, que nos impermeabiliza de los problemas sociales o donde haya temor a salir para no contagiarse con las cosas del mundo. El seminario debe ser como el lugar de Pentecostés. Ese cenáculo, lugar de oración, lugar de salida, lugar de ímpetu, de valentía, lugar donde el gran protagonista, actor, gestor es el Espíritu Santo. El seminario no solo ha de ser escuela de lo académico, sino escuela de humildad, de fe, de oración, de vivir en comunidad y humanidad, de enseñarnos algo difícil como ser servidor de todos, ser el último, aprender como nuestra pequeñez engrandece la figura de Cristo cuyo rostro estamos llamados a reflejar en el ministerio sacerdotal.

¿Ven que todo lo que les he dicho? Se requiere mucho. Por eso hay que orar mucho. Oren los familiares. Oren los sacerdotes. Oren los seminaristas. Ore este obispo siervo de ustedes. Oremos con esperanza, con alegría. Jesús nos llama: amigos. Jesús quiere servir, quiere amar, quiere perdonar, quiere salvar por medio de los que él ha llamado. Ánimo. Sigámosle con la alegría del que encuentra el tesoro escondido. Jesús es el tesoro que enriquece la vida y le da plenitud.  Hagamos del Seminario, el lugar favorito para aprender a ser amigos de Jesús.

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