El misterio de la fe, es precisamente eso, un misterio. No existe explicación acertada que arroje luz racional en algo que escapa la razón. Interesante señalar que el misterio de la liturgia se sometió a cambios radicales dada la reforma del Concilio Vaticano II, decretada en la Constitución Sacrosanctum Concilium. De eso hace ahora, más de 57 años (1962-65).  Desencantos, tensiones emocionales, argumentos polémicos… todo eso fue parte de la experiencia vivida según se iban implementando los cambios litúrgicos. Algunos abandonaron su participación en la Iglesia católica. Otros, incluyendo Obispos tradicionalistas, (cf. Mons. Marcel Lefebvre 1905-1991), iniciaron su propio movimiento separatista, (Sociedad de San Pio X).  A través de la larga historia de nuestra Iglesia, han surgido situaciones desgarradoras que causan heridas permanentes en el Cuerpo Místico de Cristo que es Su Iglesia. Hoy por hoy, continúan surgiendo movimientos y grupos, descontentos con lo establecido por la Iglesia, que rompen su comunión con la sede Petrina.

Los sacramentos son símbolos que contienen lo que comunican. Y esto, en contraste con los símbolos conocidos, que solo comunican algo remoto. Pero se menciona esa verdad, para reconocer que el sacerdocio es uno de los siete sacramentos. El fenómeno de la fe, es que el sacerdocio sacramento, no flota desencarnado en el aire. Existe en hombres santos y pecadores que son escogidos y llamados por el Espíritu Santo. La unción sacerdotal es permanente e imborrable.  (En latín, sacerdos in aeternum). No es escogido por votación u opinión de popularidad. El llamado es parte de ese misterio de fe que ya se mencionó. El candidato cree tener una vocación, hasta que es llamado por el Obispo en su ordenación presbiteral. Es en ese momento, según la doctrina de la Iglesia, que el candidato acepta su vocación como llamado del mismísimo Espíritu Santo. Así también lo es en el matrimonio, es solamente cuando el celebrante llama por nombre a la pareja, que se confirma el llamado al sacramento matrimonial. No todos están conscientes de esa verdad. ¡Impresionante!

El sacerdote que es asignado por su Obispo o su Superior Religioso, llega usualmente a una nueva comunidad parroquial que apenas se ha despedido de su párroco anterior. La comunidad se acostumbró al símbolo sagrado del sacerdote que ahora se despide. No es fácil procesar esa experiencia de cambio, dada que es una asociada con la experiencia del misterio de Dios. Es algo psicológico y emocional… aunque no todos lo interpreten así. Diosito no cambia. El misterio de Dios es inmutable. Y sin embargo, los símbolos que comunican ese misterio, se someten continuamente al cambio y adaptación.

El ejemplo más común, es lo que le toca vivir a la comunidad de fe, cuando su párroco es llamado a otra parroquia o misión. Se ha removido el ‘símbolo familiar’ de lo sagrado. Aquí están envueltos sentimientos profundos, no solo respecto a la vida espiritual de los feligreses, sino también en su vida afectiva y emocional. La tentación más común, es crear unas expectativas (injustas) de que el sacerdote que llega, va a ocupar el mismo lugar en el corazón de los fieles que están lidiando con una experiencia espiritual muy dura y delicada. ¡Pues, no necesariamente! El nuevo párroco requiere, según los estudios pastorales, por lo menos un año completo para familiarizarse con su nueva comunidad parroquial. Y viceversa, a los feligreses también les toma tiempo en la aceptación de su ‘nuevo símbolo de lo sagrado’. El proceso de cambio incluye un decir adiós, un tiempo de vaciedad ante el hueco del que se fue (o sea de luto), una aceptación intencional del nuevo sacerdote que reemplazó al que se fue (una bienvenida) y un celebrar tanto la despedida como la llegada del nuevo párroco. Son recomendaciones pastorales que no siempre se conocen ni se ponen en práctica. Ritualizar los cambios pastorales es siempre una gran consolación y una gran ayuda.

¡Ah…, cuanto sufrimiento para los feligreses más allegados a la parroquia! No existe una solución ni alternativa fácil. Solo un esfuerzo de que ese ‘tesón de fe’ de cada uno, le facilite la aceptación y adaptación gradual a toda una nueva modalidad de lo sagrado. Por supuesto, ayuda grandemente cuando el nuevo párroco toma muy en cuenta la situación lesionada emocionalmente de sus nuevos parroquianos.  Rencomendable es la actuación del nuevo párroco que consciente del proceso de cambio, busca intencionalmente, dedicar tiempo para conocer el ‘quien es quien’ de su nueva comunidad parroquial. Sea como sea, lo que se recomienda es que tanto el nuevo párroco como los feligreses, admitan su proceso de ajuste y adaptación. Que cada uno reconozca sus expectativas, tanto justas como injustas.  Juntos, entonces, se van a descubrir necesitados de la ayuda del Espíritu Santo.  Juntos, entonces se ira logrando la comunión de vida tan deseada y necesaria para la santidad del párroco y de sus feligreses.

P. Domingo Rodríguez Zambrana, S.T.

Para El Visitante

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