En la lectura del Libro del Génesis Dios le comunica a Abraham su intención de destruir a Sodoma y Gomorra, y Abraham intercede por la salvación de estas ciudades.

En la Carta a los Colosenses, San Pablo nos comunica que somos salvados por la Cruz de Cristo y por nuestra participación en ese misterio.

En el Evangelio de San Lucas, Jesucristo nos habla del poder de la oración de intercesión. 

Mientras leía las lecturas, no podía dejar de pensar en mi viaje a Alemania, por ser la cuna del protestantismo, ya que las lecturas nos hablan de dos puntos de Lutero, que la Palabra de Dios refuta. Veamos…

Dejándose llevar por la Carta a los Romanos, Lutero nos indica que lo que nos salva es la fe en Jesucristo. Es verdad que San Pablo nos dice esto en esa carta, pero es que San Pablo nos habla de las múltiples formas de cómo Cristo nos salva. En la carta a los Colosenses, San Pablo nos dice que, en el momento en que fuimos bautizados, comenzamos a vivir en el misterio de la carne de Cristo puesto que, a través del Bautismo, nos identificamos plenamente con el Señor.  Así, por el Bautismo, comenzamos a participar de la muerte de Cristo en Cruz. Entonces, si participamos de esa muerte, si morimos con Cristo, necesariamente resucitaremos con Él porque Cristo no se quedó muerto, sino que resucitó. Así que no solamente nuestra fe en Cristo nos salva, sino que es Cristo quien nos salva con su muerte en la cruz.

Ahora, hablemos de la mediación y la intersección. Los protestantes, sacando de contexto la Carta de San Pablo a Timoteo, nos dicen que el único mediador entre Dios y los hombres es Jesús. Se quedan cortos en la exégesis de este texto. Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres porque su mediación es única: su muerte en la Cruz. Pero el mismo Jesús nos dice que nosotros podemos interceder los unos por los otros.

Miremos la primera lectura: la Santísima Trinidad (recordemos el pasado domingo que Dios visita a Abraham en la forma de tres hombres) le comparte a Abraham que va a destruir a las ciudades de Sodoma y Gomorra. En ese momento Abraham comienza a regatear por la salvación de esas ciudades y logra en principio que Dios las perdone. Dios las destruye, no por no hacerle caso a nuestro padre en la fe, sino porque los pobladores de esas ciudades no fueron dignos de las oraciones de Abraham. Pero es hermoso el poder de la oración y el regateo de Abraham para lograr el perdón de ellas. Eso, ¿no es mediación?

Ahora vemos en el Evangelio, la versión del Padre Nuestro de San Lucas. Esta versión es mucho más simple que la versión mateana, que es la que nosotros utilizamos cuando rezamos el Padre Nuestro. Pero hoy en de la liturgia de hoy, el énfasis es en las enseñanzas de Jesús sobre la oración. Poniendo ejemplos concretos, como la oración de un padre por sus hijos, Jesús nos enseña el poder que tenemos cuando oramos por los demás. Por eso nosotros los cristianos oramos los unos por los otros y nos encomendamos a la Virgen y a los santos del cielo que por nosotros oran.

Padre Rafael “Felo” Méndez Hernández, Ph.D.

Para El Visitante

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