(Tercero de varios)

¿Qué es fe? Como su origen proviene directo de Dios, solo se puede reflexionar hasta cierto punto porque limita con lo misterioso y lo trascendente. Las Sagradas Escrituras la defines de manera simple: “Fe es la certeza de lo que se espera, es la prueba de lo que no se ve”, (Hebreos 11, 1). La fe es como la luz que alumbra el camino. Si tu fe es como un sol, o al menos como un faro, podrás caminar o navegar orientado. Pero, si tienes una vela pequeña no puedes ver más allá de unos pasos. Eso sin contar con aquel y venía la brisa y fuaaa… y me la apagaba.

El hecho es simple. Jesús propone el camino vital de las bienaventuranzas. Para poder caminar el sendero que nos llevará a lo alto necesitamos creerle a Jesucristo con todas las fuerzas. Y con la fe, la luz de Dios, en los ojos podremos definir -o santificar- cada paso en la circunstancia que toca vivir. La consecuencia de la fe es la confianza plena y entrega total a la santa voluntad de Dios. Un fe que contagia al prójimo, que lo incita a creer. Es ese Jesús en ti confío que aparece debajo del Sagrado Corazón y de la Divina Misericordia.

Por el contrario, el enemigo de la fe es la duda, la incredulidad y el cuestionamiento que da paso a la incertidumbre, el miedo, la soledad, la ira… También, la soberbia ataca la fe si el individuo o la sociedad se creen más grandes, fuertes o inteligentes que Dios.

Papa Francisco, en un mensaje del 28 de diciembre de 2019, invitó a imitar la “fe sencilla pero robusta” de las madres y abuelas fundada en lo esencial del Evangelio, que les ha dado “fuerza y constancia para ir adelante”, “una fe casera que pasa desapercibida, pero que va construyendo poco a poco el Reino de Dios”.

Elevemos una oración como el grito del padre desesperado del muchacho poseído (Mc 9, 24): ¡Creo, pero aumenta mi fe! Pidamos a Dios la luz de la fe para vivir esa certeza misteriosa de creer con la única garantía de Su Palabra por encima de cualquier vicisitud. Digamos “¡creo en Dios!” porque nos encomendamos a Su santa voluntad porque al final somos que peregrino en este mundo y caminamos juntossin prisa pero sin pausa- hacia la patria celestial. Reflexión: ¿Cuán fuerte alumbra mi fe?

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