Del libro del Génesis, la 1ra lectura es uno de los episodios más fascinantes y misteriosos de todo el Antiguo Testamento. Se trata del personaje de Melquisedec, preludio del mismísimo Jesucristo, que le ofrece a Dios pan y vino.
Este pasaje de la Primera de Corintios es uno de los documentos más importantes de la Iglesia, porque testimonia lo que los primitivos cristianos celebraban en sus asambleas: la Santa Misa.
San Lucas nos presenta su versión del único milagro que aparece en los cuatro Evangelios: la multiplicación de los panes y los peces.
En las Sagradas Escrituras, cada vez que se introduce un personaje también se presenta su linaje, para hablar de su procedencia. Pero en el caso de Melquisedec, un rey que es además sacerdote, no se dice nada de él. Aparece y desaparece en la Biblia de una manera misteriosa. Además de ser rey y sacerdote, como Jesucristo, también ofrece a Dios pan y vino, algo que casi dos mil años después hará Jesucristo. Este ser y su imagen, pululará en toda la Biblia al punto que el autor de la Carta a los Hebreos hará toda una exposición del sacerdocio de Jesucristo partiendo de su persona. ¿No sería él mismo Jesucristo?
El milagro de los panes y los peces es el único milagro que aparece en los cuatro evangelios. Para los tres evangelios sinópticos es para representar el poder de Jesucristo y su preocupación por todo el que busca de Él. Pero en el Evangelio de San Juan, este milagro es preludio del discurso del Pan de Vida, en el cual Jesucristo nos hace toda la exposición teológica de lo que es la Eucaristía y de lo que hace en todo aquél que la recibe.
Los primitivos cristianos entendieron muy bien el significado de la Eucaristía e hicieron de ella el centro de su culto. La fracción del pan, la repetición de la Última Cena tal como Jesucristo lo había mandado hacer, “Hagan esto en memoria mía”, se convierte en el centro del culto cristiano, en la razón de ser de las reuniones y asambleas de los primeros seguidores de Jesucristo. Es por eso la importancia de la segunda lectura de hoy: fue escrita antes que los evangelios y en ella San Pablo nos testimonia que eso era lo que hacían los cristianos. La Eucaristía, antes que la Biblia misma, era el centro del culto cristiano. Recordemos que el Nuevo Testamento no se había escrito todavía. Así que las primeras misas no tenían liturgia de la Palabra, sino que consistían en una exhortación por parte de los Apóstoles, cantar y alabar a Dios con los salmos, y celebrar la fracción del Pan, tal como lo mandó Jesucristo.
No hay nada más bíblico que la Santa Misa. Sus orígenes se remontan al misterioso Melquisedec, en el amanecer de nuestra historia de salvación con Abraham mismo. Es lo que Cristo nos mandó hacer y es lo que San Pablo testimonia en su 1ra Carta a los Corintios. Nosotros los cristianos actuales, cada vez que celebramos la Santa Misa, tenemos que tener presente esta realidad y disfrutar del maravilloso regalo que nos dio Jesucristo antes de morir en la Cruz que es su cuerpo, vida para el mundo.
Padre Rafael “Felo” Méndez Hernández, Ph.D.
Para El Visitante