Jesús nos revela a Dios como Padre. El  amor es el distintivo especial de la paternidad divina, al igual que debe ser el de la paternidad humana. El amor de Dios es uno que se manifiesta en el actuar de Dios hacia nosotros. En esta semana que reconocemos a nuestros padres, les invito a reflexionar sobre el amor de Dios hacia nosotros y cómo éste debe reflejarse en la relación con nuestros hijos.

El primer evento en nuestra vida es el amor de Dios: Nos dice San Juan en su Evangelio: “Dios nos amó primero” (1 Jn 4, 19). De la misma forma, ser amado y deseado es la primera manifestación del amor paternal que deben recibir los hijos. El padre terrenal tiene un deber de amor hacia los hijos que ha engendrado. Nos dice el Papa San Juan Pablo II, en la Encíclica Familiaris Consortio (25): “Al hacerse padres, los esposos reciben de Dios el don de una nueva responsabilidad. Su amor paterno está llamado a ser para los hijos el signo visible del mismo amor de Dios, del que proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra”.

La Encíclica Familiaris Consortio también nos señala que el padre debe asumir una  función activa  dentro del marco de una familia. Al convertirse en padre, no solo asume la función de padre, sino además la de esposo. Esto exige un profundo respeto por la igual dignidad de la mujer: “El amor a la esposa madre y el amor a los hijos son para el hombre el camino natural para la comprensión y la realización de su paternidad”, (Familiaris Consortio, 25). El respeto debe ser el fundamento de cualquier relación entre los padres de una criatura, vivan o no bajo el mismo núcleo familia, estén separados o divorciados, bajo cualquier tipo de condición.

El padre está llamado a participar activamente en la educación de sus hijos. Su presencia no puede ser ocasional, sino constante. “Revelando y reviviendo en la tierra la misma paternidad de Dios, el hombre está llamado a garantizar el desarrollo unitario de todos los miembros de la familia. Realizará esta tarea mediante una generosa responsabilidad por la vida concebida junto al corazón de la madre, un compromiso educativo más solícito y compartido con la propia esposa, un trabajo que no disgregue nunca la familia, sino que la promueva en su cohesión y estabilidad, un testimonio de vida cristiana adulta, que introduzca más eficazmente a los hijos en la experiencia viva de Cristo y de la Iglesia”. La educación de los hijos es una función indelegable, que tiene que ocurrir aún en las familias fragmentadas por el divorcio o la separación.

La función educativa del padre a imagen de Dios, conlleva educar a los hijos en la verdad y la libertad, pero a la misma vez corregirles y encauzarles hacia la verdadera felicidad. Esta función educativa abarca no sólo la formación de valores y el conocimiento, sino además la experiencia del  amor de Dios y el desarrollo de la vida espiritual y religiosa de los hijos. En su tarea formadora, un padre no puede ser permisivo. Tiene que ser firme al establecer límites y corregir a los hijos. Nos dice el Papa Francisco en una de sus catequesis de Casa Santa Marta: “La misión educativa de los padres mira a hacerlos crecer en la libertad, a hacerlos responsables, capaces de realizar obras de bien para sí mismos y para los demás. En cambio, a causa del pecado, la libertad se convierte en presunción de autonomía, presunción de orgullo, y el orgullo lleva a la contra posición y a la ilusión de autosuficiencia”. Cuando esto ocurre el buen padre corrige con ternura, pero con firmeza. 

La tarea de ser padre se adapta según crecen los hijos y se van haciendo independientes. La paternidad es tarea de toda la vida. Por eso el buen padre debe ser paciente ante las equivocaciones de sus hijos y perdonarles. Estas cualidades se nos presentan, de forma magistral, en la parábola del Hijo Pródigo. El buen padre siempre ha de estar presente cuando sus hijos regresen de sus fracasos, o para compartir sus éxitos, para recordarles que Dios está  presente en sus vidas a través de él.

(Puede enviar sus comentarios al correo electrónico: casa.doctrinasocial@gmail.com)

Nélida Hernández

Consejo de Acción Social Arquidiocesano

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