Contexto

Siempre el evangelio marca el norte en la liturgia de la Palabra de los domingos. A partir de ahí (Mt 14,13-21), el profeta y el salmo (Is 55,1-3;Sal 144) nos invitan a buscar a Dios y a alimentarnos de los dones que nos ofrece. Por otro lado, san Pablo concluye magistralmente el tema que comenzó el domingo pasado al confesar su fe en el amor de Dios, manifestado en Cristo, del que nada ni nadie nos podrá separar (Rom 8, 35.37-39).

Reflexionemos

Durante varios domingos escuchamos las parábolas del Reino de los cielos (Mt 13), ahora tenemos otra vez una parte narrativa de este evangelio, que inicia con una noticia terrible: Juan Bautista ha sido asesinado. La noticia conmueve a Jesús y se traslada al otro lado del lago. Y la perícopa de hoy concluye, por otro lado, con una noticia totalmente distinta y positiva. Este predicador nazareno, no sólo predica bonito y distinto, y cura a algunos enfermos, sino que tiene poder para alimentar una multitud, de balde, como nos decía la profecía de Isaías. Jesús no sólo predica abstractamente, sino que ve a quienes les predica. Se da cuenta que, por seguirlo, se han olvidado hasta de llevar comida y lleno de compasión, los atiende: sana y alimenta.

Pero los milagros de Jesús no son gratis. Siempre vienen con una enseñanza y exigencia, en este caso para sus discípulos más inmediatos, que ante la situación proponen la solución más lógica: que cada uno se las resuelva. Pero el Señor les da una orden: “denles ustedes de comer”.

El Papa Francisco ha explicado este pasaje en sus homilías y catequesis (cf. por ej. Catequesis 17/ag/16). Nos recuerda que la compasión que siente Jesús, no es simplemente sentir piedad es sufrir junto al otro, no quedarse indiferente, lo cual exige compartir, aunque sea lo poco que tenemos. Luego entrará en acción la bendición de Jesús (v. 19) que hace posible que aquellos pocos panes y peces se multipliquen.

Todo esto va muy bien con lo que nos decía Pablo el domingo pasado “a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rm 8,28) y culmina hoy… “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción? … ¿el hambre?…” (8,35). El amor de Dios manifestado en Jesús lo supera todo y a quien le sigue por amor aprende de Él a hacer más que el mínimo.

A modo de conclusión 

La actitud, más que el milagro de Jesús, nos enseña a sus discípulos que, el amor que Él vive y S. Pablo nos ha expresado, no se puede delegar. No podemos cerrar los ojos ante la necesidad del prójimo. No podemos decir eso le toca a los de Cáritas o a servicios sociales, que ellos breguen. Nos toca a nosotros hacer algo, con lo que tengamos. ¿Qué eran cinco panes y dos peces para tanta gente? Lo mismo nos puede pasar a nosotros y decir: “soy pobre”, “no tengo mucho tiempo”, “no estoy capacitado”, etc. Aquí podemos recordar una de las frases de Madre Teresa de Calcuta: “Dios no me llamó a tener éxito, sino a ser fiel.” Dios no nos llama a robarnos el espectáculo haciendo grandes cosas, sino haciendo todo lo que podamos con lo que tengamos. Pongamos lo que tenemos en las manos del Señor, Él lo bendecirá y lo multiplicará, lo transformará, como hace en la Eucaristía.

Decía el Papa Francisco en la misma catequesis, que Jesús en la Última Cena hará el mismo gesto de bendecir y con sus palabras un poco de pan y vino se convierten en su Cuerpo y Sangre. Así en cada misa, Jesús no da un pan, sino el Pan de Vida eterna, se da a sí mismo.

Por ello la pregunta de Isaías nos debe hacer pensar: “¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta?” Si podemos hacer, ¿por qué no lo hacemos? Si no nos separamos del amor de Dios, ese será el motor para hacer más de lo que imaginábamos.

 

Mons. Leonardo J. Rodríguez Jimenes

Para El Visitante

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