Al matrimonio Morales Ortega la vida les ha puesto en jaque más de una vez. A la edad de 28 años y con dos niños pequeños, Maribel Ortega Báez, ahora de 42 años, presentaba problemas con su período, fuerte dolor y endometriosis tipo 4. Luego de varias revisiones le diagnosticaron cáncer cervical tipo 3.
“Al principio es como todo, desde que te dicen células cancerosas o cáncer uno piensa que se va a morir, no es fácil, pero con el apoyo de la pareja y de la familia se puede seguir, aunque es bien cuesta arriba”, comentó sobre su proceso. Sin embargo, al cabo de un año bajo tratamiento y como consecuencia de una detección a tiempo, la declararon libre de cáncer.
Tiempo después, el 29 de enero de este año la vida de esta familia tomó un nuevo giro. Todo comenzó en el 2012 con un dolor de estómago cuando Eduardo Morales Colón, de 45 años, visitó la doctora para verificar la raíz de su padecimiento. “Nos dijeron que tenía divertículos y siguió su vida normal, pero continuaban los dolores. En 2015 nos mudamos a Carolina del Sur (EE.UU.), donde era supervisor en su trabajo. Allá estuvimos casi 2 años. En 2017 regresamos, y todavía continuaban los dolores”, detalló Maribel.
En diciembre pasado Eduardo le expresó a su esposa su preocupación ante unas anomalías de salud y en enero de 2018 se realizó varios análisis médicos. El 29 de ese mes, al salir del consultorio llegó en horas de la noche a su casa y entre gritos e histeria le reveló a su esposa que tenía cáncer de colon con metástasis en el hígado y los ganglios linfáticos.
Según Maribel, al enterarse de la noticia, su familia movió cielo y tierra para relocalizarlos en los Estados Unidos con la esperanza de poderle brindar un tratamiento efectivo. Para la joven esposa comparar su vivencia con la de su esposo es bien distinta. “La experiencia en los dos casos es bien diferente, porque a mí no me dieron quimioterapia y a él sí. Eso es horrible”, describió.
Debido al tamaño del tumor, el equipo médico está intentando achicarlo mediante quimioterapia para explorar la posibilidad de operarlo más adelante. No obstante, dado que el tratamiento elimina tanto las células malignas como benignas, Eduardo requiere de unas inyecciones que le restablecen las células benignas, costo que el plan médico no cubre por lo que los gastos acienden a $20 mil.
“Antes mi esposo era un hombre gordito y ahora está flaco, pero tiene unas ganas de vivir que yo me quedo boba”, aseveró Maribel. Sobre el juramento que se hicieran en el matrimonio de permanecer unidos en la salud y enfermedad, confesó que: “Él sabe que yo soy 24/7 para él y mi familia. Yo soy el pilar de esto aquí, porque ni es fácil para él como enfermo ni para mí que lo estoy cuidando, ver cómo empieza el miércoles la quimioterapia, cómo estamos en el hospital desde las 8:00 de la mañana hasta las 4:00 de la tarde. Después los jueves lo envían para la casa con una maquinita de quimioterapia, el viernes lo desconectan y le ponen la inyección. Ahí empieza la tristeza porque empiezan las náuseas, no quiere comer y está sin fuerzas”, comentó.
Añadió que: “Esto te cambia la vida 180 grados. Si antes se compartía los domingos ahora no porque hay otras prioridades. Hay que atenderlo del hospital a la casa y viceversa”. Por eso a las familias y matrimonios que están en una situación similar les exhortó que: “Esto se basa de mucha fe en Dios, pensar que algún propósito tiene, hay que agarrarse de Él porque es el único que nos puede sacar de ahí”. Sobre qué petición haría a los demás expresó: “Que sigan orando por él y todos los enfermos, y por favor que se atiendan a tiempo”.
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