Mientras en Puerto Rico parecemos un hormiguero pisao’ en la crisis post huracán Fiona porque la politiquería y el bataterismo partidista siempre mantendrán al País en un estado de recuperación perpetua, al otro lado del planeta acontece la alzada de tensión nuclear más alta desde la Guerra Fría.
Es que la contraofensiva ucraniana para recuperar miles de kilómetros de suelo ocupado tras la invasión rusa tuvo un éxito avasallador. La resistencia de los ucranianos es una cátedra… A precio de sangre… Esta remontada no hubiese sido posible sin las armas de precisión que Occidente ha entregado.
Las consecuencias no se han hecho esperar. Rusia ha llamado a su reserva a 300,000 hombres y muchos han escapado porque no sienten que esa es una guerra que les toca pelear. En lo que el hacha va y viene el gobierno ruso ha ordenado un referéndum que reta a cualquiera que tenga un poco de sensatez por ganarse el ejemplo supremo del conflicto de interés. Los resultados desde antes se sabían. Al ser estos territorios declarados parte integral del País, Rusia promete utilizar toda su fuerza para defenderlos, incluyendo su arsenal nuclear. Al otro lado, EE.UU. y la OTAN desde temprano habían prometido que si se utilizaban armas nucleares contra Ucrania va a haber “consecuencias catastróficas”.
Padre Zabala, de feliz memoria, en este mismo espacio en su editorial titulado “Mounstruo cruel” luego de la invasión rusa en tierras ucranianas diera inicio afirmó: “La injusticia y el mollero como detonante de la destrucción, aclaran la monstruosidad, dejan huellas de dolor. La frase homo hominis lupus adquiere dimensiones apocalípticas y se convierte en símbolo para contar los muertos y los heridos. Niños y ancianos que son los más vulnerables, son tratados como la escoria del mundo, como inútiles en un momento de ternura y de angustia. A través de la historia, los álbumes de las catástrofes, dan cuenta de la crueldad en todos sus detalles. […] Ese naufragio de voluntades subraya el lado pecaminoso la ofensa más ultrajante”.
La paz vencerá. A pesar del conflicto, la violencia, la muerte en ambos lados y el dolor pasarán factura a los responsables, pero, la hermandad y el afecto entre estos dos pueblos subyace en lo profundo de ambos corazones colectivos. La clave es la paz que solo el Resucitado puede dar. Oremos juntos para que la paz de Dios renazca en suelo ucraniano y que finalmente llegue el ansiado alto al fuego. ¡María Reina de la paz, ora por el pueblo ucraniano y ruso!
Enrique I. López López
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