“Paz a vosotros”. Son las primeras palabras de Jesús resucitado que son el anhelo esperanzador que convierte a todo seguidor y creyente en promotor de la paz. Los años recientes han traído una amenaza creciente a los sueños de paz con la invasión rusa a suelo ucraniano en un conflicto bélico cuyo alto al fuego no se ve a la vuelta de la esquina. Ahora se suma un nuevo capítulo en la historia bélica con la dramática, trágica y dolorosa situación en Oriente Medio, en Tierra Santa. Y claro, no olvidar otros conflictos como en Siria, Yemen, Afganistán y otros.
Hago eco de las palabras del Papa Francisco. No necesitamos más guerras, sino que la paz reine, “una paz construida sobre la justicia, el diálogo y el valor de la fraternidad”, “¡toda guerra es una derrota!” y “¡recemos por la paz en Israel y Palestina!”. Un primer paso será orar y orar para que llegue la serenidad y la paz a Tierra Santa y a tantos otros lugares.
Solo la paz del Resucitado es la respuesta para transformarlo todo lugar y tiempo, pero desde el encuentro, desde una conversión y convicción. Esta solo comienza cuando se recibe, se acepta y se practica desde los más pequeño. Hace falta convicción, diálogo, serenidad y compromiso para alcanzar el sueño de la paz y despertar de las pesadillas que provoca el monstruo de la guerra.
La violencia y sus consecuencias no se pueden justificar, vengan de donde o quien venga. Esa ira abre las puertas a una espiral exponencial. Como suele pasar siempre pierden los pobres, los vulnerables, los indefensos, los niños, sus madres que no pueden correr abandonándolos, los ancianos, los enfermos… Vuelve con más fuerza el monstruo de la guerra al asecho, con sus colmillos afilados, no solo con amenazas, sino reclamando vidas vulnerables como tributo a su hambre insaciable. Respira vidas y lo edificado; exhala polvo, horror y odio; y abre camino dividiendo… Cada día se apagan miles de vidas en el mundo alimentando al monstruo de la guerra. Y las imágenes recientes solo son parte de su huella sangrienta.
Te cuento donde encontrar paz. La escuela de la paciencia, de la serenidad y de la paz es Cristo y la fuente de esas virtudes es la Eucaristía. Oremos juntos y caminemos juntos por la paz. Seamos misioneros y promotores de la paz. Por eso me uno al clamor del Papa, de nuestro Arzobispo Roberto y de tantos: ¡Paz a vosotros Palestina, Israel, Rusia, Ucrania, Afganistán, Yemen, Siria y otros tantos países en conflicto! ¡María, Reina de la Paz, ora por nosotros!
Enrique I. López López
Twitter: @Enrique_LopezEV