La solidaridad se nutre de la oleada de ideas que se dan cita en su orilla. La vastedad del compromiso inyectará salud social a la buena voluntad que se congrega como inspiradora para extraer una ración para cada ciudadano, para construir un País mejor. No son meros caprichos, ni ideas peregrinas las que se atan a un ideal, a un todo de solicitud fraternal. El todo dicta la lección, los ciudadanos refuerzan ese poderío con un entusiasta sí que se enfrenta al mal y a sus aliados.

     Un País divido se enfrenta a ganancias de pescadores, a convertir el ideal humano en escapismo y exilio. El ir y venir de los puertorriqueños hacia el Continente está condimentado con allá se gana más, allá tengo dos trabajos, los servicios gubernamentales son efectivos. Las ideas negativas se encargan de demonizar la estructura burocrática, que deja al descubierto la insensibilidad y el desgaste.

     Dar lustre a la Isla requiere de una sintonía social al alcance de todos, de una vacunación en contra del atropello, la listeria y la politiquería, que se esparce como un latifundio y deja huellas imborrables. Contribuir a crear un ambiente de paz social debe ser una encomienda inaplazable.  La saturación es mala y arrastra muchos propósitos.

     La solidaridad y, el País primero, son temas de nuestro tiempo; inaplazables. El éxito o el fracaso, la salud mental, la vida buena, están arraigados a una enseñanza liberadora y apetecible que se estructura en el hogar y se desliza bien hacia la escuela como dos instituciones de marca mayor. Los valores hogareños y los de la escuela se abrazan, dan consistencia a la vida tramada de violencia, locura, vicios e inestabilidad social.

     Los tiempos modernos requieren de una cohesión social y humana que sea flecha disparada al blanco de todos. No hay alternativas en esta situación caótica, que deja un saldo de malestar y resentimientos. Buscar el bien de todos, como ideal, no puede restar, sino sumar en un esfuerzo de atraer a muchos para la avanzada común. 

     Hay cierta actitud revanchista que impone su desdén y su consigna sobre otros. A la hora de la verdad todos estamos llamados a dar el máximo, a ver el rostro de los demás en cada acontecimiento para que haya conversión interna, un proceso de crecimiento espiritual y humano. No hay enemigos en este proceso de ver mejor, sino un deseo de cumplir cabalmente con el País en que se vive.

     La unión, el diálogo, la apertura son huellas luminosas en ese proceso de ver mejor, de ampliar el horizonte por Puerto Rico. Las luchas con el fuete en la mano solo dejan resentimiento y actitudes hostiles que marchitan el propósito del País. El respeto mutuo abre cauce y expande la idea, la voluntad de avanzar hacia metas de crecimiento humano.

     Puerto Rico nuestro País, clama por actitudes nobles y por dar una esperanza a nuestro pueblo que ha pasado por todos los males. Dios nos espera para darnos el abrazo justo y bueno.               

P. Efraín Zabala

Para El Visitante

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