Transcurrido el periodo eleccionario es urgente y necesario regresar al foco luminoso de toda acción política. El arduo proceso, con su fardo de fango y verdades a medias, debe quedar atrás como una experiencia traumática, como una herida en la convivencia pacífica de nuestro pueblo.  Siempre se pierde algo; la dignidad y el respeto son exprimidos, se pretende dejar en carne viva al contrincante desafiando al honor, la verdad y la justicia.

El carretón de agua turbia tiene que volver a sus orígenes, a sus cauces plenos de diafanía para trabajar por el País. Se ganan las elecciones para mirarse en el espejo de la problemática isleña que se distingue por ser caótica situación de alineación mental, pobreza, inestabilidad.  Es preciso vagar en la realidad de nuestra zona rural, tan diferente a la zona urbana con los millonarios rondando muy cerca de ellos, sin dejar caer unas migajas sobre la población en necesidad. Nuestros campos se alimentan de la esperanza, del bello entorno, del vecindario en dádivas, pero sus problemas económicos y sociales son gigantes que requieren de iniciativas del corazón más que de la mente.

El esquema mi partido primero debe ser cambiado por el gobierno de todos, fuerza horizontal que hace milagros, que penetre en todas las mentes y logra el festín de la hermandad como finalidad apremiante. Una mentalidad nueva, con rostro humano, que cicatrice el fanatismo disociador, servirá de plataforma para dictar la cátedra de la unidad básica, la Isla merece algo mejor…

Se retorna a la normalidad entre comillas para partir de la verdad os hará libres, que es cimiento moral, para huir de las tentaciones que se presentan calladamente. El ídolo dinero, elevado a la categoría “non plus ultra” es un imán para muchos que viven en los paraísos artificiales y son débiles ante el tintineo de las monedas. Es preciso que el control de las bóvedas gubernamentales tenga cerraduras de altos quilates de rubor y una dosis de las cosas clama al dueño, que es antídoto contra la avaricia y el deseo de poseer.

Puerto Rico no tolera más ese desafío contra lo justo y lo razonable, lo que le pertenece en buena lid  y desperdicio. Hay un pueblo que está agotado, que vive a orillas de la esperanza, que anhela la franquicia de un trabajo digno. No es justo que se viva a merced de las filas, en la espera agobiante, sin poder cumplir con el expresado en el Génesis: ganarás tu salario con el sudor de tu frente…

Es el momento de deponer las armas del disgusto y salir a “desfacer entuertos” que en Puerto Rico dominan la convivencia social. No hay tiempo que perder porque se vive caminando sobre ascuas encendidas. Hay mucha tarea que realizar para que el País no se pierda en la pequeña aldea, sino que resista los vendavales de una visión caótica y triste de País.

P. Efraín Zabala

Editor

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