Es fácil observar un deterioro mental que entorpece el ritmo de la existencia. Las enseñanzas básicas se han quedado en el baúl de los recuerdos y los expertos dominan la estancia arrinconando a los más en un rincón de miedo y desconfianza. Los esmerados conservadores de la naturaleza y su comportamiento han sido reducidos a instigadores de medios ancestrales en vez de ser actores de la dramaturgia de los acontecimientos inauditos y sorpresivos.
Era casi oficial que los estudiosos del medio ambiente, llamados del campo, supieran de memoria al catecismo de la consternación cósmica. Esos conocimientos, inyectados por ósmosis familiar, servían de escudo, una protección balanceada desde la mente y el corazón. Tan pronto observaban los vientos y las lluvias, los árboles y los animales se paraban en su tabla de salvación; el bagaje propio, la intuición a flor de piel, median todo desde la perspectiva de “yo impero” y se recluían en una ranchera para pasar las horas del pensamiento tímido.
Al disminuir a los gurús sus conocimientos ancestrales se cae en el corre-corre bullanguero y compra-compra. Solo se piensa en estirar el peso, en quejarse de la mucha gente que abarrotó las tiendas y llenan la nevera de agua. Es decir predomina una actitud vacía de lo importante para mecerse en la hamaca “ya yo tengo todo”, un logro de la economía y del mundo material.
Sorprende ver que el diccionario de la palabra exacta ha sido cambiado por cositas de poca monta. Traer a colación hechos del ayer resulta en casi una mofa para los novatos que pululan por todas partes e imprimen su decálogo de lo nuevo a raja tabla. Siempre tendrán en la mano un argumento de pacotillas para derribar cualquier verdad que a ellos les parezca anticuada.
La formación personal del individuo incluye lo mejor de la cosecha que ha sido distribuido de generación en generación. Todo lo que va unido a hacer frente a las circunstancias adversas y la forma cuasi instintiva en que nuestros antepasados salían victoriosos debe ser incorporado al curriculum vitae de las nuevas generaciones. El equipaje existencial debe estar intacto, con sus formas adecuadas de hacer frente a los huracanes, de encarar a las tormentas con la fuerza de los equilibrios íntimos, con la esperanza renovadora.
Hemos llegado al punto de no saber qué inventar y se depende totalmente de los avezados y expertos. Ese ceremonial interno de rezos, optimismo y actitud servicial procrea luz, rechaza el miedo, orienta a los tímidos. La lección universal de los fenómenos naturales está viva en la amplitud sensorial de nuestros mayores, nuestros maestros por excelencia.
Consumir el vasto conocimiento en una noche de rasguños a la intemperie del yo soy yo y mi circunstancia, es propiciar el devaneo de opiniones y carecer de la sabiduría que es ampliadora d horizontes. Resistir hasta el final en mejor que desafiar el instinto que se hace vida en cada acontecimiento decisivo.