“El amor es paciente”, (1 Cor 13, 4).
Sube el telón. Vuelve a aparece la ira como un carrusel en círculo vicioso. No acaba la guerra y la violencia, consecuencias de la ira que azota con fuerza la convivencia humana per secula caeculorum (por los siglos de los siglos). Desde la muerte de Abel a manos de su hermano Caín hasta la invasión de Rusia a Ucrania, la historia de la humanidad está repleta de conflictos, traición, genocidios y venganza. Ciegos por la ira Caifás y el Sanedrín buscaban solo un pretexto para darle muerte a Cristo. El golpe iracundo también amenaza a Borinquen hoy. La clave ya la dio el Cordero de Dios: Shalom, -la paz sea con ustedes-.
La ira es un sentido emocional de desagrado generalmente por antagonismo o contradicción que se materializa en un daño al prójimo, un descontrol de uno mismo, contra el otro o contra Dios. Pasa como un tornado y deja huellas, algunas permanentes… Puede llevar hasta gritar contra Dios ante la muerte de un ser querido. Hijas de la ira son la intolerancia, de donde brota la discriminación con todos sus apellidos hasta por feo; y la cólera, de donde sale la agresión verbal, la irritabilidad, la agresividad, la paranoia, los prejuicios, la falta de control y la violencia en todas sus manifestaciones. Por ejemplo: la venganza, el secuestro, el terrorismo, el homicidio, el asesinato, los tiroteos, la matanza, el aborto, el suicidio y la eutanasia…
Las únicas respuestas ante la ira son la paciencia y el respeto a la vida. El Sermón de la Montaña (Mt 5, 21) -carta magna del Cristianismo- recuerda el sagrado precepto del quinto mandamiento. Además, Jesús invita a amar a los enemigos y orar por ellos en total rechazo a la ira (Mt 5, 44). La paciencia es la virtud que se antepone a la ira. Ejercerla no es fácil, es una ciencia y como toda virtud hay que trabajarla.
Comienza en uno mismo cuando se practica el auto control y se apagan los egoísmos para llegar al prójimo. Así como el Papa Francisco insiste, revertir el individualismo con el encuentro. Requiere convicción, fraternidad y doblegar las luchas internas. Se trata de acompañar con la paz y la serenidad ante toda adversidad.
Te cuento donde encontrar paz. La escuela de la paciencia es Cristo y la fuente de la paz es la Eucaristía.
Enrique I. López López
Twitter: @Enrique_LopezEV