El retrato del almirante Nelson, héroe de Waterloo y duque de Wellington, pintado por Francisco de Goya, se convierte en el centro de la acción de esta película, una producción británica dirigida por Robert Mitchell, cuyos intérpretes principales son Jim Broadbent y Helen Mirren (ambos recibieron un premio Oscar en la primera década de este siglo por las películas “Iris” y “The Queen” respectivamente).
La trama se basa en un hecho real: el robo de ese cuadro famoso, que en 1961 desapareció de la Galerìa Nacional en Londres, sin que hubiera pista alguna de su paradero ni de quién lo robó. La película centra las sospechas en Kempton Bunton, un chofer de taxi desempleado de la vecina ciudad de Newcastle con una trayectoria de problemas de dinero y de resistencia a las normas gubernamentales prevalecientes. Bunton vive con su esposa Dorothy y un hijo Jackie (Fionn Whitehead) en uno de los barrios más deprimidos de la ciudad.
Kempton, un hombre idealista que emprende a menudo la defensa de los más oprimidos y defiende causas como la eliminación del impuesto que se pagaba en Inglaterra por recibir la programación oficial de la BBC, se roba, al parecer, el cuadro cuando fracasan todos sus intentos de obtener un nuevo empleo. Con la ayuda de su hijo, oculta la pintura en su casa, sin consultarlo con su mujer, que trabaja como doméstica en casa de una familia prominente. La trama llega a su punto álgido con el descubrimiento del robo y el juicio subsiguiente, que tiene resultados inesperados.
La trama les ofrece a los actores grandes posibilidades de destacarse, especialmente a Jim Broadbent en el papel principal y a Helen Mirren como su mujer. La conocida actriz se transforma aquí en una mujer mayor, vencida por la vida desde la perdida de una hija adolescente. Es dura y realista, y considera como una debilidad el perenne idealismo de su marido, defensor de causas perdidas.
La cinta no puede encasillarse en un solo género: ciertos elementos la acercan al género biográfico; otros al género de tensión (“thrillers”) y aún otros a la comedia o al drama. Aparte de moverse exitosamente entre géneros, sin embargo, la cinta es sobre todo un estudio de caracteres y de su interacción en el seno de una familia de clase trabajadora que es un microcosmos de un sector de la sociedad británica.
Algo similar acontece con su estilo fílmico, ágil y retador en sus inicios. Más adelante el ritmo se vuelve más pausado y tradicional. También la música es ecléctica: combina piezas de jazz con pasajes de música clásica.
Una cinta diferente, pero genuinamente interesante, “The Duke” provee una alternativa a la dieta constante de violencia y sexo a la que nos tiene acostumbrados el cine estadounidense de hoy.
Clasificación de la industria: restringida a menores de 17 años si no van acompañados de sus padres o tutores. La clasificación católica está pendiente.
Luis Trelles Plazaola
Para El Visitante