El menú isleño de cada día tiene proyecciones de tejadas rancias y porciones de sal que queman la vida y desploman el entusiasmo. La vida loca, el confeti a destiempo, el decaimiento íntimo, son aliados de las lágrimas, del pensamiento a la deriva. De día, o de noche, lo caótico estremece la Casa Común y las noticias trágicas se convierten en un menú bajo en calorías vivas para dar rienda al hambre de luz y de justicia.
La pandemia ha dejado su rostro evocador del desgaste emocional con sus miedos a cuestas. La cercanía y la convivencia han pasado a mejor vida. Desde lejos, en un rictus de supervivencia, se lanza el saludo, se olvidan las miradas. Ese proceso en devastación sicológica, echa hiel sobre el cariño, se agotan las esperanzas.
En medio del nuevo estilo se opaca la mente, se estremece el alma, la furia y la maldad se juntan para un desquite que viaja por los sentidos, por la mente apertrechada de resabios y penas. Está en desventaja el suave consejo, la orientación básica, la bendición con olor a mamá y a papá. La dinamita del alma, el amor, el respeto, el cariño, yace en la distancia, amarrados a un mañana que se pierde entre el sacar provecho de todo y sentar las bases para disfrutar de un paraíso casi perdido.
Se recogen en estos días la locura más escalofriante, los asesinatos más crueles las actitudes más desgarradoras. Por la mañana, o por la noche, las noticias dejan caer el rocío de la crueldad, el panorama de una descomposición que tiende a herir en vez de dar salud y bondad. En medio del desbarajuste está la virtud, la belleza, la ternura de la vida familiar.
Aunque no se puede vivir de carcajadas, conviene aliviar las penas con la oración, en los gestos misericordiosos, con la ayuda económica. No es conveniente echar más agua al fuego, ni vivir de espaldas a la realidad. Fomentar el jardín de la creación que sana y da vida es tarea cristiana, un frente unido de entusiastas de la vida, guerreros para la lucha emancipadora.
Sobre el llanto colectivo echamos la esperanza cristiana, el servicio desinteresado, la acción con sabor a Evangelio. Dios va con nosotros en esta hazaña de cercanías con lo justo y lo bueno. Sin la fe, el amor y la esperanza nos convertimos en ilusos propulsores de una utopía. La realidad se impone con su dosis de luz, alegría, testimonio. Vamos en compañía de Jesús, que murió y vive por nosotros, que nos acompaña a toda hora.
Padre Efraín Zabala
Para El Visitante