Vivir en las manos del Dios santo es asegurar un hoy y un mañana de libertad y superación. Lo que está en juego es definir con meridiana exactitud cuál es esa voluntad a la que se hace referencia cada vez que alguien contesta: “estoy como Dios quiere”. Esa afirmación estremece porque dada la condición humana, vulnerable y falaz, se es propenso a seguir la voluntad propia, a poner una venda para no ver más allá.

En circunstancias aciagas, como éstas, se pierde el derrotero, se cae en el hoyo de la desesperanza. El pensamiento resbala sobre la fe, se acumulan las voces en gritería íntima, se pierde el mapa de ruta, y la voluntad divina se vuelve diminuta, apenas un recuerdo. No se ve un equilibrio de voluntades, ni un espesor de confianza.

Se reza el Padre Nuestro como ver el agua correr, pero la voluntad del que alza las manos queda intacta porque hay muchos cabos que atar, una voluntad mundana que se resiste a dar el paso propio. Es al pie de la cruz en donde cielo y tierra se unen y se orientan a la verdadera alianza con el Altísimo.

Resulta difícil hacer la voluntad de Dios ya que se vive atado a las injerencias mundanas de poder, éxito, dominio. Algunas personas jamás han salido del dominio de otras, tienen que hacerles reverencia porque de eso depende su salario y su situación económica. Esas situaciones esclavizantes se atornillan en el alma, desangran el sentido de pertenencia a un Dios, que es libre y regala libertad a manos llenas.

Nos queda el recurso de los Anawin de estricta observancia de la voluntad divina, que es una vacuna de libertad interior. El Dios del cielo y el de la tierra domina desde el amor ferviente, una dosis de felicidad. No hay que vivir en un éxtasis total sino al amparo de la hermandad, comunicando el sentido único y claro del Padre Nuestro, oración fundamental.

La oración del Padre Nuestro no se puede quedar atrapada en oraciones particulares o en días especiales. Significa la escueta enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo. Antes de la comunión, en vehemencia de luz, se parte el pan de la contundencia de fe y se abre el escenario para sentarse en la mesa santa, para poder cumplir con la voluntad divina.

Nos queda el alivio de la voluntad divina, que permea toda la situación humana. Se está de pie gracias al hágase tu voluntad que agiliza el paso por esta realidad temporal. Hacer la propia voluntad con menos recursos económicos o sociales es disminuir el radio de acción. El bien hecho con conciencia limpia propicia una cita con el Dios Altísimo que está siempre disponible para sus hijos. Pero queda sobre el tapete, Hágase tu voluntad…

 

P. Efraín Zabala

Editor

 

 

 

 

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here