Es propio ser humano tener ideas propias y defenderlas con pasión y temor a que falte lógica y un razonamiento adecuado. La vulnerabilidad que nos acompaña durante la vida, tiende a desvirtuar del entorno y se cae en la voracidad de las realidades vestidas de luz, una apariencia que sobrecoge por su cercanía con el equilibrio anhelado.
Los escalofríos mentales tienden a ilusionar, a crear paraísos artificiales. Hay una proyección de la fantasía que asume el rol de mejor que es nada, ahora es que todo cambiará. Tergiversar la realidad fomenta los oasis, la conversación hueca, la ilusión como huésped a toda hora. Así bajo la consigna de “nuestro mundo es el mejor” se sueña con un cielo, en la tierra, con Alicia en el País de las Maravillas.
No todos pensamos igual; pero hay unos abastos de bondad, tradición y enseñanza del volumen humano que equilibran la justa percepción de las cosas. El amor a Dios y al prójimo realza la mirada y evita caer en lo vano de los argumentos carentes de sentido humano. Es la docilidad del pensamiento, elevado por gracia divina, que produce el decoro de las relaciones vivas y lo convierte en sitial para la convivencia.
Partir desde lo acomodaticio del momento, o del capricho, es apaciguar el corazón que se resiste a quemarse en la hoguera de las incógnitas más sutiles. No hay sosiego cuando la mente pierde su capacidad de idolatrar la verdad y convertirla en objeto de lujo o de simple especulación teórica.
La tira y jala de lo banal empobrece y alza colas al fanatismo que implosiona cuando menos se piensa. El estilo repetitivo, argumentado con frases y miedos, socava la mente y desborda en desequilibrio mental. Se cae en la perplejidad, en la parálisis, en el agotamiento. Ya la realidad punza corazón adentro, se agrieta en mil formas irreales y vacías.
Hay que huir de todo fanatismo que se convierte en plaga, en desorientación, en formas de dominio. “La verdad os hará libres” está de frente como cátedra que no deforma, ni envejece. En el momento decisivo seremos juzgados de amor, antídoto perfecto para equilibrar voluntades y revindicar lo justo y verdadero.
Nos ha tocado resistir al proceso de devastación para no caer en las redes que oprimen el alma. La mente clara y el corazón como vigilante de lo justo y lo bello constituirán los recursos más valiosos. Es la hora de enderezar rutas, abrir caminos, emancipar a las comunidades que viven en el cuadrilátero del fanatismo y la alienación.
P. Efraín Zabala
Editor