Era el año 1949. Una madre con varios hijos y su esposo vive la extrema pobreza, como era lo habitual en las zonas circundantes del pueblo del café. La familia, ya apretada en el cuartito de la casucha, apenas les daba para vivir con los pocos ingresos del carro público y la tierra. Eran muchas bocas que alimentar más los familiares cercanos. Hacían de tripas corazones con lo que tenían. Lo normal era que los niños completaban la comida diaria con quenepas, mameyes, o guayabas; dependiendo la época del año. No era nada extraño, toda la comunidad estaba igual.
Mamá Elisa se enteró que estaba embarazada otra vez. La noticia no causó furor en ella, pues, los problemas que ya acarreaba la azotaban hasta el cansancio. No quería que el bebé a nacer sufriera tanta escasez. Apareció la tentación del aborto. Los días están contados… Una pariente la visitó justo en el momento de tribulación, cuando ya la determinación estaba tomada y finiquitaba algunos asuntos para ir a la clínica.
“No abortes, tenlo y me lo das que yo lo crío”. Con esas palabras cortas y en el momento justo -como si Dios la hubiese enviado- la pariente junto a su esposo, que no habían logrado tener hijos, la ayudaron a cambiar de parecer. Mamá Elisa suspiró y sintió un gran alivio porque en su corazón nunca estuvo la intención real de terminar con la vida del bebé. Su embarazo no estuvo exento de complicaciones mientras trabajaba en el campo, con los animales y en la casa.
Pasó el tiempo, nació Israel y recordó hermanos de la madre fallecido de niño. Al verlo, Mamá Elisa no pudo entregarlo a la parienta, ya no podía desprenderse de él.
En estos días donde se cuestiona el derecho a nacer o el derecho a que terminen con la vida del que aún no nace, comparto la historia de Israel Oliveras Antommatei. Un hombre de fe que de tiempo en tiempo relata su historia para defender la vida. Su historia, a la que estuvo sometida sin poder determinar nada, la cuenta para demostrar que el amor puede más que la muerte y que, aunque flaco toda su vida donde comen 8 hermanos comen 9. El amor es compartir, aunque sea poco.
Enrique I. López López
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