El 3 de noviembre de 2020 es un día de gran fervor democrático. Esa convocatoria con sabor a pueblo, a urnas, a lealtades profundas, clama por un discernimiento de estricta ética, de prurito de conciencia limpia. La voluntad de un pueblo que implora un momento de lucidez mental, no puede ser vandalizada, ni acorralada por los listos de ocasión, ni por los vándalos que tienen mucha astucia y conocen el modus operandi de fabricación casera.
Llega el día del recuento íntimo, del examen minucioso de los porqué que se agrupan al borde del camino y que arrastran sufrimientos, ofensas, lágrimas. Cada cuatro años, sobre el poderío de un sí, se edifica el bien común, bajo un realismo sanador. El derecho al voto recrea la voluntad de una mayoría que va a dotar al País de una repartición de bienes que toca a todos, que se abre en abanico de justicia, amor, fraternidad.
Es urgente depurar las ideas de corto metraje que sólo alivian las cargas de unos pocos. Para evitar el término banquete total, una especie de Alicia en el País de las Maravillas, hay que usar la prudencia para elegir a los mejores y mantenerse a ojo avizor para que los listos no entren por la puerta de atrás y se hagan dueños del patrimonio del pueblo.
El forcejeo inusitado, que tiende a edificar un suelo resbaladizo, sólo logra lanzar confeti sobre la dura realidad que nos toca vivir. La bella Isla ha tenido que hacer frente a las fuerzas naturales y a los vándalos que rodean y son patrocinados por políticos y auspiciadores de lo rancio y lo desleal. Es el día de las elecciones una oportunidad única para poner un dique moral a toda esa avalancha de residuos tóxicos en que se ha convertido la estructura de poder.
Se acude a la convocatoria electoral con la mirada en Dios y en los hermanos. El compromiso de edificar la casa humana va unido a no claudicar anta la injusticia y a propiciar programas sociales de gran envergadura. Las desventajas se sumergen en gritos de angustia, en el no tener, que tiene apertura a la desesperanza.
La Doctrina Social de la Iglesia es maestra que propone lecciones básicas de hondo contenido fraternal. Es una voz equilibrada en la fe, una guía de fervientes temas que atañen a todo hombre y mujer que habitan en la tierra. Es una ley clara para hacer un mundo más justo, más habitable.
Nuestro pueblo, ávido de expresarse a través del voto se congrega ante Dios para extraer de su mente y de su corazón la verdad que nos hace libres. El Señor va con nosotros en esta jornada de escoger lo mejor, aquellos y aquellas que cual cirineos van a ayudar, a dar la mano para que Puerto Rico recobre su lozanía primera.
P. Efraín Zabala
Editor