La caída de parte de un edificio multipisos en el sur de la Florida identifica la fragilidad como parte de la existencia. Ese inusitado evento, que deja perplejidad y llanto, marca la realidad dolorosa que integra la otra parte: la exitosa y triunfal. Esta demarcación terrenal apretuja en su ser los polos opuestos, la sutil presencia de la alegría y tristeza que siempre caminan juntas.
Estad preparados es una constante que brota de la enseñanza de Jesús que apunta a preparar la mente y el corazón para los días de la catástrofe, de las preguntas básicas. El que razona y observa deslinda su aventura humana de cualquier espejismo por atractivo que sea. Sin caer en el miedo rotundo y paralizante, se invierte en la obra que transforma la realidad, que siembra el bien, desde la perspectiva de un mejor servicio para la humanidad que busca su felicidad y su alegría.
La dura experiencia floridiana es una lección magna, una parábola de altos vuelos que pone en su justa perspectiva los golpes de la vida y el afán por establecer el vecindario con su deleite propio. Una casita, una mansión, un rascacielos, son ámbitos de luz para dar cabida al proyecto humano, para rescatar el cuerpo cansado, para intercambiar detalles del alma y del cuerpo.
La sorprendente caída porta un dejo de fracaso y señala al derroche de ilusión económica que todo lo socava desde la perspectiva de las ganancias bursátiles. Poner límites al mar tiene su revancha y su consecuencia oportuna. La invasión marítima creará consternación a su debido tiempo, las olas romperán sobre la fragilidad humana, vendrá la hecatombe.
Toda obra humana requiere de una prudencia que sea puente giratorio para no encerrar la virtud y la condescendencia con el lugar. El pudor y recato al transformar la materia y darle su porqué son básicas, una especie de pasaporte para pasar por las aduanas de las realidades duras y exigentes.
El ser humano es llamado a construir el mundo, a darle categoría de hábitat de primor y de lugar digno. Pera la exageración y estilo Babel no pueden retar el poderío de la verdad y de la justicia. Albergar a la multitud es una tarea ardua, requiere de la voluntad de servicio que va atada a un humanismo liberador y a una lucidez de pensamiento.
Todos esos acontecimientos de terror marcan un hito en la mente y el corazón de todo ser humano que es solidario con su prójimo. No se vive en un bunker, ni debajo de la tierra, se hace comunidad al compartir casa, saludos, alegría y penas. Todo hombre es mi hermano queda como un trofeo a los que lloran a amigos y a familiares en ese desplome de vida y esperanza.
Meditar sobre las realidades extremas de la vida nos ayudarán a construir un mundo más justo y misericordioso. Ganaremos un boleto para entrar en el mundo solidario, el mundo de la hermandad y la vida.
P. Efraín Zabala
Para El Visitante